Cuerpo, vuelvete mío
Lágrimas, recuperen mi nombre
Corazón, late por mí de nuevo
Mano, escribe con mi caligrafía una vez más
Sonrisa mía, surge de mi nuevamente
En ese horrible limbo donde nada es mío y todo es tuyo
Donde el privilegio de la existencia queda perpetuamente relegado a otro
Donde el eco vacío de la vanidad de mis acciones es solo el sondeo de cuán profunda es mi desesperación
Algo más doloroso aún que una sonrisa ensayada o abrazos arrancados, el agotamiento del río de la desesperanza
Una laguna de sangre que fue goteando minuto a minuto hasta finalmente vaciarse en un momento ambiguo
A mi yo que en algún momento comenzó a derretirse y fundirse en el líquido vertiente
¿Quién eras?
No puedo recordar, inútil sería hacerlo también. Inocentemente, quise construir un precioso castillo para todas las personas que conocía. "Te amo, te quiero, tus ojos brillan hermosamente" pero demasiado de lo bueno es malo. Manos se desgastaron y pies fueron cortados, la obra debía finalizar a cualquier costo. Abstraído en la dulce ebriedad de ver lo que está más allá del espejismo, fallo miserablemente en protegerme del sofocante agarre de dos raquíticos brazos. La animadversión entre el amor y la vicisitud pelean y arrastran sus cuchillas por mi garganta; sin compasión, sin siquiera percate autónomo.
Ya es tarde. Sangro, sangro, sangro. Cual río que fluye y pierde gota por gota la vitalidad de su caudal, hasta acabar (dulcemente) tortuosamente con su recipiente vacío y arrugado.
Finamente, yácese en el suelo el exoesqueleto de lo que es supuestamente mi alma pero soy incapaz de reconocerlo. Amor, amor, amor ¿por qué lo buscaba?
¿quién era aquel?
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