Consigna: Abre un libro al azar y elige una línea. Usa esa línea como el comienzo de tu historia y continúa escribiendo. Escribe lo primero que se te venga a la mente y no lo revises.
El libro elegido es “Cumbres Borrascosas – Emily Bronte”
—Te iba a contar todo esto, pero estás de muy mal humor y no mereces que lo haga —sentenció tajantemente.
—¿No lo merezco? —reaccionó ella inflando sus mejillas.
Él pensó que se veía adorable, pero se dió un golpe mental por tamaña tontería. Ya no eran tiempos para pensar en ella, ni sentir su calor, ni ser su salvador. Jamás volverían a ser lo que eran antes.
—Yo tan solo —replicó ella enfadada —quiero saber porque has dejado de hablarme.
Él quiso reírse en su cara ¿Dejó de hablar? ¿Es que para ella todo se reducía a lo que podía sentir? Siempre había sido demasiado egocéntrica para él. Extrañamente también le gustaba ese aspecto… pero ahora lo detestaba.
—No entiendo a qué te refieres— contestó el chico desviando la mirada fingiendo molestia.
La frustración creció a niveles insospechados en la chica. Lo tomó bruscamente de la solapa de su camisa para acercarlo a su cara. Él volvió a sentir esas miles de mariposas, los nervios, las manos sudadas y la cara roja a punto de explotar. Pero no lo haría, ¡no lo permitiría! ¡Era demasiado! Alessia sabía de sus sentimientos, de su amor incondicional y cariño eterno. Sin embargo... él no estaría esperándola toda la vida.
Sobre todo si tenía que verla colgada del brazo del otro como si nada.
—Suéltame —bruscamente le soltó las manos.
Alessia se quedó de una pieza ante ese comportamiento.
—Eduardo…— reclamó despacio.
—¡De verdad detente! —explotó —¡Te crees la séptima maravilla del mundo o qué!
—¡Nosotros éramos amigos! —replicó la joven tragándose las lágrimas —eras mi hermano, mi caballero y pilar… ¡Como osas dejar de hablarme! ¡Dijiste que jamás me dejarías sola!
—Idiota— susurró él.
Esteban la observó por última vez. Tomó una decisión que le partió el alma en dos. Era la única salida de ese laberinto doloroso en la cual los tres estaban involucrados. El novio de Alessia, ella y él.
—No pasa nada importante— dijo sin mirarla —he decidido que eres la persona que odio.
Ella se quedó aún más quieta en su sitio. Apretó los puños, la mandíbula y rechinó los dientes. Tenía que ser una mentira, se dijo, Esteban jamás sería capaz de albergar un sentimiento negativo hacia ella. Los recuerdos se materializaron en su cabeza, cómo la cuidaba y protegía.
—Eso no…
—¡Claro que sí! —le rebatió enfadado —¡Es que me quitaras hasta ese derecho también, estúpida princesa malcriada!
Alessia no volvió a mirarlo. Se dió la media vuelta, para marcharse sin decirle ninguna palabra.
Su novio le compró otro regalo al verla tan triste.
Esteban tan solo encendió otro cigarro más, acostumbrándose a la idea de que no volvería a encontrarse con ella a través de los pasillos. Sí a veces, por la mala suerte, se encontraba con la pareja feliz, él optaba por pasar en silencio e ignorandola. Jamás se dió cuenta que Alessia siempre esperaba a que él le volviera a dirigir la palabra.
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