Querido general

Debe usted saber que, honestamente, el tener la posibilidad de escribirle siempre ha sido uno de mis más grandes deseos. Sé que debe estar acostumbrado al cariño de su pueblo después de todos estos años de historia pero permítame decirle que mi cariño no es igual al de todos. También me gustaría explicarle el motivo de este e-mail. No es solo por lo que todos ya sabemos: las máximas, su papel en la revolución de Mayo, el cruce de los Andes o cualquier hecho histórico en el cual se vio involucrado. No. Hoy le escribo para preguntarle cosas sencillas.

Cuando era más chica, yo a usted lo veía como un prócer, como el libertador, como el padre de la patria, como un hombre que cruzó la cordillera de los Andes en condiciones realmente increíbles, un hombre que se puso la lucha de toda una nación al hombro. Sin embargo, con el correr de los años y habiendo vivido un poco más, lo empecé a admirar desde una perspectiva más de… bueno, sí, de hija. Permítame explicarme. Como ya le dije, le tengo un sumo respeto, pero también un cariño especial. Ya no lo admiro como se admira a un prócer, no me pasa lo mismo que con Belgrano, quien sin dudas fue muy importante para nuestra patria pero no me causa el mismo efecto. Usted me parece un hombre sumamente interesante, como si todo en su vida fuera digno de estudio.

¡Y sí que lo estudiaron! Hay miles y miles de archivos con su historia, o la que alguien dijo que fue su historia… Según el archivo en el que busquemos. Ah sí, también está eso. ¿Le molesta que haya tantas versiones de su vida o le divierte? ¿Qué cosas le gustaría desmentir? ¿Qué cosas le gustaría confirmar? ¿Quién era su confidente? Una vez leí que tocaba la guitarra, me pregunto entonces ¿cuál fue la primera canción que aprendió a tocar? Imagino que hay anécdotas que nadie más que usted sabe y por lo tanto, que nadie más podría contarlas de la manera en la que usted las contaría.

Me gustaría entonces, que me cuente… las cosas que nunca contó. No quiero hablar de guerra, a menos que usted así lo solicite. No quiero hablar de las cosas que todos quieren saber… Usted sabe a lo que me refiero… No busco incomodarlo. Mi único deseo es conocerlo, a usted, a José, sin ningún título, ni el general, ni el libertador, ni el padre de la patria. José, el niño que jugaba en el campo. José, el hijo que no quería decepcionar a su padre. José, el adolescente que alguna vez tuvo un corazón roto. José, el joven que volvió a su país sin saber muy bien con qué se iba a encontrar aquí. Simplemente José y su camino de vida. 

Yo soy joven y no me vendría mal algún que otro consejo suyo. Ya sé que las épocas han cambiado pero personalmente, no creo que los consejos útiles pasen de moda, ¿no? Me gustaría comparar la vida en su época con la vida que vivimos ahora. Su día a día con mí día a día. Se me ocurre algo… ¿Y si nos compartimos nuestras respectivas rutinas? Ya me dirá usted qué hacía cuando tenía mi edad pero ¿había alguna actividad que aborrecía? Algo que de solo imaginarlo lo pusiera de mal humor. Otra cosa que me encantaría saber es cuál era su libro favorito y qué té le gustaba más. Espero que el té de menta esté entre sus favoritos, si ese es el caso, podríamos compartir alguna taza algún día.

Por otro lado… Los libros hablan de cuán valiente fue, de todo lo que hizo por los demás, de cuánto quiso a su hija y de cómo se preocupó porque recibiera la educación que a usted le parecía adecuada. Yo quiero saber ahora, ¿cuál fue el momento más aterrador de toda su vida? ¿A qué se hubiera dedicado de no haber sido general? ¿Qué piensa que hubiera pasado si usted no participaba en la Revolución de Mayo? Sea honesto, ¿piensa que los resultados hubieran sido los mismos, o por lo menos, cercanos? ¿Cree que su presencia en Buenos Aires marcó la diferencia o se considera simplemente un instrumento de una revolución inevitable? 

Aquí no hay respuestas correctas o incorrectas. Simplemente tengo curiosidad. Además, ¿quién me creería si dijera que San Martín me respondió un e-mail?