Aún no estaba listo para verte partir,
aún soy muy chico, te necesito a mi lado,
que me enseñes a cocinar y volvamos a comer helados,
verte feliz por mis logros, y que me sigas regañando
porque sabía que te había decepcionado.
Quizá nunca fuí muy buen hijo, ni un buen hermano,
pero lo intento; intento siempre estar a su lado,
que yo siga con vida por ellos es el mayor acto de amor
que les concedí como humano.
Quizá por necios nunca demostramos bien
cuánto nos amábamos, pero en los pequeños gestos
nos amor encontrábamos, esas despedidas cuando salía,
o cuando volvía del colegio y me recibías con un:
"¿cómo le fué en el día?"
Quizá sea algo hipócrita que esté escribiendo todo esto,
pero en la familia, eras la única que sabía
que me gustaba escribir textos,
la única que sabía lo que yo quería ser algún día,
siempre pensé que en mi graduación estarías.
Aún recuerdo ese último día:
hablábamos de mi futuro y todo lo que se nos venía,
me viste sonriendo mientras arreglaba mi cabello,
compartimos un café, y a los minutos, fuiste de salida,
pero nunca sospechamos que nunca volverías.
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