Ayer era diciembre y la cadencia del viento me ha traído a octubre, casi diciembre otra vez. Marca prístina en el calendario, bermellón encerrando el número del día en que nos encontramos para serlo todo, la alquimia del ser.
Estás hablándome y las palabras se distorsionan con tu hilarante personalidad, me desconcentran el abstruso de tu mente, pero las perlas en tu boca me invitan a observarte más.
Estás ahí, como paz soporífera y el sol es la ataraxia desde el fondo de mi pecho. Estás y quiero verte más, estás y quiero tenerte más cerca, tras el paroxismo bombeando en mi pecho sin cansancio, rebosante de quererte más que ayer.
Mi anhelo por el perenne tiempo, segundos más, infinitos, que me inviten a tu piel para hacerse eternidad, ecosistema prístino, amor rutilante.
Estás, y quiero más vida en la que dedicarte madrigales de idilio, mientras permaneces silente, apacible, escuchándolo todo en un abrazo que dure sin un hasta y lo sea todo.
N.

Dramática y fonética.
Nada ha sido mío, más que el deseo de ser, contigo. Estoy aquí para re-inventar la vida que emergió a cántaros de tu querer.
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