Soy la reina de un castillo sin principe, quemado, opaco y sin legado alguno. Delegada a un dolor constante, constantando tu ausencia.
Hoy te he soñado nuevamente, reías por toda la casa, pintabas tus dibujos de pequeñas aviones mientras yo preparaba unos ñoquis exquisitos. Tus cinco años ya deberían ser celebración, pero donde hubo amor hoy solo hay juguetes sin dueño, sin historias, sin sentido; unas esperanzas muertas en las añoranzas del sueño. Un daño roñozo; un cariño añejo y desaliñado por el niño de las estrellas.
No hay palabras que consuelen o describan mi pesar, un sufrir sin desenlace. Muerta en vida por una vida no vivida, quemada por la llama que queda.
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