¿Qué significa vivir?

¿Qué significa la vida?

¿Qué significa estar vivo?

Algunos dirán que significa crecer, trabajar, estudiar… y morir.

Para otros, significa estar.

Seguir. Sentir. Escuchar. Amar.

¿Significa caminar todos los días por la misma calle hacia el trabajo, al hospital, a la tienda, a ver amigos, a encontrarse con los mismos rostros conocidos o sentir que nuestros deseos más profundos pueden ser cumplidos?

Tal vez todo eso signifique estar vivo.

Somos seres vivos y efímeros, capaces de cargar sueños tan grandes que pueden atravesar el cielo y, a la vez, dolores tan profundos que nos arrastran al infierno.

Eso nos hace vivir de muchas maneras.

Y a veces, aun viviendo, uno se siente vacío.

Vacío y roto.

Y cuando nos rompemos, no es tan fácil sanar.

Yo llevo partes rotas conmigo a todos lados, sin saber si algún día sanarán del todo.
Llevo también sueños rotos que parecen haberse desmoronado como un castillo de arena.

Y, a la vez, cada día que pasa se me hace tan conocido e igual, que llegó un punto en el que me fui apagando.

No sé en qué momento empecé a desear volver al pasado para no haber conocido a ciertas personas o no haber hecho ciertas cosas.
No sé cuándo llegué a convertirme en lo que soy ahora. Intento entender cuándo empecé a odiarme tanto. Cuándo empecé a culparme tanto.

Cuando intento llegar a esas respuestas, me adentro tanto en mis pensamientos que termino recordando cosas que creí superadas, y al final,vuelvo a la superficie con miedo de volver a sumergirme. No porque me asuste lo que pienso, sino porque temo encontrar una salida… y aun así no poder soltar la costumbre de tirarme abajo.

No me odio; solo odio en lo que me convertí. Porque aunque me quiera a mí misma, cuesta mirarme a los ojos y no querer ser otra persona; cuesta no querer tener otro rostro, otro cuerpo, otro nombre.

Traté de mirarme y decirme a mí misma: está bien. Hiciste lo que pudiste con lo que tenías. Y aunque no salió bien, la vida es así.

Traté de perdonarme y no culparme. Y lo logré.

Pero aun así, sigo sin querer ser del todo yo.

Porque quiero cambiar, quiero crecer y quiero transformarme.

Y para ello, tengo que dejar morir antiguas partes de mí y dejar libres las que oculto bajo una máscara.

Y quiero sanar.

No solo para avanzar, sino para olvidar.

Porque no es necesario recordar lo que todavía duele.

Y yo, ya no quiero recordar más. Solo quiero soltar.

Por eso, llegada a este punto, es necesario preguntarme:

¿A dónde voy? ¿A dónde apunto?

Y no sé qué responder, porque no sé nada.

Solo imagino escenarios, una nueva vida y un nuevo comienzo.

Pero para poder poner en marcha todas esas ideas… tengo que cambiar.

No importa si el cambio exige andar sin saber a dónde ir; moveré mis piernas de aquí y para allá para no quedarme atrás y avanzar.

Porque me lo debo a mí, a la niña que aún llevo dentro mío y a la mujer que soy ahora.

Debo seguir por ellas y por mí.

Estoy un poco perdida en cómo lo haré.

Pero tengo claro que quiero amar, aventurarme y descubrir.

Sé que algún día ya no estaré, que en cientos de años no quedará nada de mi rastro.

Y aunque a veces deseo irme, otras veces deseo quedarme para darlo todo y vivir como si cada día fuera el último.

Y el deseo que quiero que se cumpla cuando ya no esté en esta tierra, es que pueda reencontrarme con mis seres queridos en ese lugar. Si existe ese lugar.

Tal vez, me llegue a encontrar cara a cara con Dios, y entonces sepa si existe o no.

No lo sé.

Puedo especular mucho sobre eso, pero solo lo sabré a su tiempo.

Y, de algún modo, pensar en esas cosas también me hace sentir viva.

Se vuelve incluso una razón para seguir.

Por eso, hagamos que valga la pena vivir cada día del resto de nuestras vidas, porque el universo y este mundo tienen mucho por mostrarnos todavía.

¿Cómo vamos a irnos sin visitar ese país que tanto soñamos? ¿Sin estudiar esa carrera que nos llama?
¿Sin conocer a esas futuras personas que un día serán parte de nuestra vida? ¿Sin encontrar ese amor que todavía esperamos?
¿Sin cumplir esos sueños que tenemos desde siempre?
Intentemos todo lo que podamos mientras sigamos respirando. Nuestros sueños, deseos y anhelos lo valen.
Y,en el camino, aprendamos también a amarnos a nosotros mismos: a quien fuimos, y a quien deseamos ser.

Porque nosotros lo valemos.

Porque el amor que debe permanecer siempre con nosotros es el amor propio; al final, somos quienes estaremos con nosotros mismos toda la vida.

Por eso hay que vivir y disfrutar la vida. Porque vivir es amar.

Y si estar vivos es amar, entonces ojalá ese gran acto de amor sea suficiente para hacer que la vida valga la pena.