-No te vuelvas a perder.
Desperté. ¿Dónde estoy?
Oí una voz que se escuchaba triste. Un color azulado, ronco... No, yo no me perdí, siempre estuve acá.
¡Yo sigo acá! ¿Por qué dice que me perdí? Ni siquiera sé quién es. ¿Usted sabe de quién es aquella voz?
-No, pero no vuelvas a irte.
¿Vos también? ¿Qué significa esto?
-Te extrañamos mucho.
A mí nadie me extraña, es imposible extrañar si nunca te vas. Y yo no me he ido.
-Claro que te fuiste. ¿No ves la habitación?
Mi habitación sigue tal y como estaba esta mañana... Mi cama, los libros... ¿las telarañas?, ¿y estos papeles tirados? ¿Y estas flores?
¿¡Qué pasó acá!? Sólo me fui unos minutos.
-No fueron minutos. Fue toda la vida.
¿Qué estás diciendo...?
-Nunca más te volvimos a ver, hasta ahora. Fuiste a pasear y...
¿Morí?
-No lo sabemos. Pero estás igual que la última vez que pudimos verte.
Y ustedes... Ya no son como eran esta mañana... O la última vez que me vieron...
-No, pasó la vida. No sabíamos qué hacer cuando desapareciste. Ni aún ahora. Sólo vinimos a traerte flores, las que te gustaban.
¡Me siguen gustando!
-¡Qué bueno! Esta vez ha sido mucho mejor.
-¡Sí! Pensé que me desplomaría como la semana pasada.
-Sí, y tiraste un diario de uno de los estantes.
-Eran los escritos de ella...
-Sí, parece que algo cambió acá desde que se abrió.
¿Qué me pasó? ¿Por qué no puedo volver?
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