No es normal que una casa se organice alrededor de evitar que uno de sus miembros se moleste porque a los demás les da miedo.
No es normal… pero mucha gente vive así.
Casas que se organizan alrededor de un solo objetivo: que él no se enoje.
Una especie de coreografía doméstica donde todos aprenden a moverse despacito, bajito, sin hacer olas… no sea cosa de despertar al volcán.
Y no, no hacen falta golpes. A veces alcanza con un portazo, un silencio que te corta el aire, o la mirada que dice: “Hoy caminen con cuidado.”
La famosa dinámica de acomodación al agresor. Ese sistema donde uno manda y el resto traduce climas mejor que cualquier meteorólogo.
Supervivencia pura.
Porque en esos hogares, los límites no protegen: castigan.
No son reglas: son pronósticos del humor del día.
Y así, las personas empiezan a apagarse. A hacerse chiquitas. A no molestar. A elegir siempre “lo que el otro quiere”, como si desear algo propio fuese un lujo que no se merecen.
Después crecen y no saben qué quieren, pero sí saben qué quieren todos los demás. Un talento inútilmente brillante.
El amor también se distorsiona.
Se vuelve un cóctel raro de cariño y miedo, esa mezcla que nunca deberíamos tomar pero que muchos aprendieron de chicos:
“Si no cuido al otro, explota.”
“Amar es adaptarse.”
“El conflicto es peligroso.”
Y claro… después uno se pregunta por qué le cuesta tanto decir “no”.
La autoestima, mientras tanto, se va limando en silencio.
Con frases internas como:
“No valgo tanto.”
“No tengo derecho a enojarme.”
“Estoy para acompañar, no para pedir.”
Un guion aprendido en casas donde lo importante era no molestar.
Porque cuando una familia se organiza alrededor del miedo, no está criando personas. Está criando estrategias de supervivencia. Pequeños modos de estar en el mundo que funcionan para no morir… pero no para vivir.
Y ese es el trabajo de después: desarmar esas estrategias.
En terapia, en vínculos sanos, en una vida donde podés respirar sin pedir permiso.
Es un proceso lento, sí. A veces duele. A veces te reís de lo absurdo que normalizaste. Y a veces descubrís algo simple y hermoso: que no viniste a caminar con cuidado… viniste a caminar en paz.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
-increased-ttxXjb.jpg)

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión