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    ¿Que es el amor? El susurro de la existencia

    Jun 18, 2025

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    La pregunta, "¿qué es el amor?", no es solo una hilera de palabras, sino un eco ancestral que baila en el viento de todas las almas. Es un enigma que no se rinde ante la lógica, una verdad que se esconde y se revela en cada palpitar. Intentar atraparlo en una definición es como querer contener el mar en un cuenco: siempre se desborda, siempre escapa, dejando solo la esencia de su inmensidad.

    Quizás el amor no sea una cosa que podamos señalar, sino más bien el aliento invisible que teje la vida. Podríamos sentirlo como una corriente subterránea que nos arrastra suavemente hacia el centro del otro, donde su alegría es nuestro sol y su pena, nuestra lluvia. Es un hilo de luz que atraviesa la piel y se anuda en lo más profundo, haciendo que el universo del otro sea, por un instante, el nuestro propio.

    Pero el amor, en su esencia, es también un verbo en constante conjugación. No se queda quieto en el sentir; se derrama en el gesto, en la palabra susurrada, en el abrazo que consuela y en la silenciosa presencia. Es la paciencia que no juzga, la mano que se extiende en la caída, el perdón que florece después de la tormenta. Así, el amor se cincela día a día, con cada elección de cuidar, de honrar, de nutrir la semilla que se ha plantado, como un alfarero que da forma a la arcilla con delicadeza y propósito.

    Cuando el alma danza al compás del enamorado

    Cuando el corazón se rinde al enamoramiento, el mundo muta, se tiñe de un brillo nuevo, de una melodía jamás escuchada. Los latidos se desbocan, como tambores lejanos, y una dulzura inefable inunda cada fibra. Es esa famosa sensación de alas de mariposa en el alma, un cosquilleo vibrante que nos eleva al pensar en esa voz, en esa mirada. La mente se puebla de un solo nombre, idealizando cada trazo, anhelando cada instante, cada roce. Hay una felicidad desbordante que nos mece en una nube, donde las asperezas del camino parecen desdibujarse en la luz.

    Esta primera llamarada del enamoramiento, con su vértigo y su embriaguez, es como el primer rayo de sol tras una larga noche. Es un asombro constante, un anhelo de fusión donde el otro se vuelve el eco de nuestro propio ser.

    El jardín del amor: ¿una sola flor o un campo eterno?

    Aquí la reflexión se adentra en senderos más íntimos. La idea del "único y gran amor" es un cuento hermoso que nos han contado, pero la vida, en su infinita sabiduría, nos muestra una realidad más vasta. ¿Podemos amar más de una vez? Sí, el alma es un jardín inmenso con espacio para muchas flores, y la existencia nos regala la posibilidad de sembrar nuevas semillas de afecto una y otra vez.

    La verdadera pregunta es si la intensidad de ese primer amor se puede replicar. Y la respuesta, quizás, es que la intensidad no es una medida exacta, sino un matiz. El primer enamoramiento es una explosión primigenia, un descubrimiento virgen donde cada emoción se siente multiplicada porque no hay un recuerdo que la contenga. Es un territorio sin mapas, y por eso, cada paso resuena con una fuerza inusitada.

    Sin embargo, los amores que le siguen pueden ser igual de hondos, incluso más, pero con una sabiduría diferente. Ya no hay la misma inocencia del primer encuentro, pero sí una comprensión más profunda, una empatía tejida con los hilos de lo vivido. El amor puede dejar de ser un torbellino para convertirse en una llama constante, que calienta el hogar del alma con su luz serena. Quizás las mariposas del inicio se calmen, pero en su lugar, florece una paz que abraza, una confianza que arraiga, una complicidad que se vuelve el aire que se respira.

    Cada amor es un universo distinto, una constelación de momentos y sentimientos que se despliega de forma única. No buscamos recrear el pasado, sino construir un presente nuevo, con nuevas risas, nuevas lágrimas y nuevas formas de entrega. La capacidad de amar no se agota; por el contrario, se expande, se fortalece, como un río que se ensancha al recibir afluentes.

    En este lienzo infinito que es la existencia, el amor es esa misteriosa alquimia que nos permite ver la belleza incluso en la grieta, encontrar sentido en lo que se desvanece y tender puentes donde antes solo había abismos. Es un viaje sin fin, no un destino; una melodía que se compone con cada nota compartida y una luz que nos guía, incluso en la más densa oscuridad. Es, al final, la elección más profunda de dar y recibir, de crecer y transformar, de reconocer que en ese abrazo con el otro, nos encontramos a nosotros mismos una y otra vez, infinitamente.

    Franco Hernandez Presti

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