“Simplemente desperté un día y tú eras la sangre de mis poemas” escribió Clementine Von Radics, y creo que nadie ha descrito tan acertadamente cómo se siente enamorarse de ti. Porque ni siquiera me di cuenta de que había comenzado a amarte, y mis poemas ya tenían su musa.
Me aterra estar enamorada de ti. Me asusta confiarte algo tan sagrado como mi corazón, porque puede estar maltrecho, pero eso no lo hace menos vital para mí; solo lo hace más delicado.
A menudo me pregunto si mereces mi afecto, porque sé que solo aquellos que sangran, como yo, en palabras, se entregan tan plenamente al amor. Porque sé que, aunque quieras, aún no has aprendido a amar de la manera correcta. Porque sé que, en tus manos, mi corazón está en peligro. ¿Por qué no soy capaz de arrebatártelo?
Los mismos dedos que acarician tu piel, que recorren tus lunares, también plasman estas declaraciones de incertidumbre. Los mismos labios que se rozan con los tuyos, que susurran sueños a tu oído, preguntan a mis amigas si estoy haciendo bien en amarte. La misma mente que anhela descubrir tus secretos y calmar tus temores, a menudo me dice que no debería quererte en absoluto.
¿Por qué es tan complicado amarte? ¿Seré yo la culpable? ¿O será que tu falta de certeza en cuanto a nosotros limita mi capacidad de quererte?
Al mismo tiempo, me pregunto cuánto me queres vos a mí. Me pregunto por qué no sos hábil con las palabras cuando yo las necesito tanto. "¡Decime algo claro!", quiero gritarte, porque tus señales ambiguas me tienen totalmente desconcertada.
Creo que amar a alguien es una elección que uno hace. No pretendo decir que tenemos control sobre de quién nos enamoramos, eso simplemente ocurre a veces. Sin embargo, somos nosotros quienes día a día decidimos levantarnos y seguir amando a esa persona. Entonces, la pregunta que me atormenta es: ¿por qué, por más que lo intente, no puedo dejar de quererte? ¿Será que, en realidad, muy en mi interior, no estoy lista para soltarte?
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