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¿Qué desnuda al rey? Paralelismos con el análisis

Oct 11, 2025

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¿Qué desnuda al rey? Paralelismos con el análisis
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“Esto es Milei”, “esto votaron”, “mirá lo que defendés”, etc. Todas invitaciones a ver lo que hay que ver, tratando de que el otro mire lo que no está mirando. Como si estuviera oculto, como si fuera necesario sospechar de lo obvio, buscar las verdades detrás de un velo finamente confeccionado.

¿Pero qué tan oculto está todo? En los tiempos del fin de la metáfora no parece haber demasiados sentidos latentes que haya que develar, no parece haber imágenes abstractas que haya que explicar. Frente a ese escenario explicar lo obvio — como decía Bertolt Bretch- es necesario, pero también un oxímoron: si lo obvio es obvio entonces reúne las condiciones para ser visto, y ser comprendido. Por lo tanto, o no es tan obvio, lo que en la época donde todo es expuesto es dificil de sostener; o, el otro en realidad comprende perfectamente lo que estamos diciendo, ve perfectamente lo que estamos señalando.

Es que sí, es más fácil pensar que el otro no comprende, que no se da cuenta (lo que al fin y al cabo es un intento de salvarlo -o salvarnos-) que pensar que comprende de forma clara, que asume con responsabilidad sus posiciones. Lo que nos confronta a la diferencia radical con un otro. Aceptar que la condición humana también puede decir y hacer voluntariamente muchas cosas que no nos gustan. ¿No puede haber un goce en hacer daño? ¿No fue tan eficaz la operación de deshumanización sobre algunos sectores de la política y la sociedad que se encuentra una satisfacción en la agresión contra ellos?

El efecto del escenario actual es de una impotencia absoluta. Señalar que el otro mire donde ya está mirando. Y pensar que no quiere ver, lo que si está mirando. Y sin embargo, ahí están, nuestros incontables esfuerzos por contar, por decir, por mostrar lo que queremos evidenciar.

Que si le pegan un tiro, era militante. Que si le pegan a un viejo, qué estaba haciendo ahí. Que si no se llega a fin de mes, dónde estaban antes. Si alguien señala que hay que ser muy cagón para no defender a los jubilados, alguien retruca que no creen que en esas acciones haya una defensa de los mismos.

Para toda acusación hay una respuesta, para toda respuesta hay otro argumento. Una dialéctica de discursos sociales que no encuentra fisuras. Una narrativa de época que amalgama muy bien con las subjetividades que se producen. Una narrativa bien lograda, que encontró un lugar vacío y que todavía está vigente porque sostiene, ordena y da sentido.

-¿Hasta cuándo? — nos preguntamos. Las narrativas que sostienen la existencia se trastocan por lo general con mucha angustia: tiene que haber alguien en condiciones de angustiarse y alguien listo para contener. Por otro lado el goce se sostiene con tanto costo que se lleva puesto mucho y suele chocar contra algo. La salida no es alentadora desde esta perspectiva: tiene mas que ver con angustias y choques que con un momento de insight revelador y armonioso. Paralelismos con el análisis.

-¿De qué manera?- El padre del fotógrafo que la policía intentó asesinar dijo en una nota que había que prender fuego todo, y diez segundos después, dice que hay que ser más inteligentes, buscar la táctica. En lo que parece una contradicción, también puede verse la imposibilidad de cada posibilidad que tenemos, sus limites. ¿No oscilamos todos ahi? ¿No es todo junto y al mismo tiempo? Lo interesante de esos elementos es que ninguna alcanza, todo es una manta corta. Habrá que tolerar que se nos vean los pies, sin que eso sea un fracaso. Habitar y reconocerse en las derrotas es necesario, para no quedar presos de la impotencia permanente a la que lleva la omnipotencia, inhibidos e inmovilizados, ni entrampados en frases conformistas de autoayuda. Construir, avanzar, pero desde la fragilidad de nuestras opciones. Paralelismos con el análisis.

En el cuento del rey desnudo, el rey decía tener una prenda tan fina y elegante que los más estúpidos no la podían ver. Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosa de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo. Finalmente, un niño dijo: «¡Pero si va desnudo!» Ahí, solo ahí, empieza el cuchicheo hasta que la multitud lo acusa de ir desnudo.

Ese relato tiene varios aspectos dónde podríamos detenernos, pero a estos fines lo más destacable es que el enunciado, que podría haber venido de cualquier lado, tuvo efectos no por lo sofisticado del contenido sino por lo que se le transfiere al emisor: vino del niño. Por supuesto solo se instala porque había condiciones previas que permitían al resto dudar. ¿Quién es el niño? ¿Quién será el interlocutor que desnuda al rey? ¿Qué condiciones estamos construyendo para la duda, propia y ajena? Imaginar a los dinosaurios en la cama no es tan fácil como parece, pero es necesario.

Es la complejidad del discurso y sus efectos. Que el decir aparezca desde no imaginamos. El problema de la repetición es que consume energías, y en realidad no se está diciendo nada. Para eso hay que abrir los discursos, dejarlos correr, escuchar y decir lo que no nos gusta. Desatraparse de la repetición de lo que fue, lo que hubiera querido ser, o lo que nos dijeron que era.

Me gusta pensar que las canciones nuevas son esas, las que no podemos anticipar, pero que nos invitan a desconfiar de todo lo que sea repetitivo. Hay que hacer y decir lo mismo de distintas formas, ir y volver, ir y volver, desacartonar el discurso, rodear lo que se dice y lo que no se dice, hasta que estemos diciendo más de lo que queríamos decir en un principio. Ahi, justo ahí, alguien tiene algo para escuchar. Paralelismos con el análisis.

Facu Goyena

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