el café de dos se pasó a uno con una amargura peculiar, como rancia, como si se hubiera cocinado dos o tres veces sin su pizquita de canela antes y mis ojos se volvían profundos, como siempre, exasperantes para, quien a veces pienso «todos» pero solo hay una sombra delante mío. entonces admito que en mi corazón mandan las incongruencias, no del tipo aborrecible, las consecuenciales. mejor dicho, en mi corazón mandan cenizas de no-sé-qué, que quizá hay una marca contorneando en negro lo que fue, pero no me atrevo a investigar, de lo poco que me despierta ninguna curiosidad, de lo poco que no siento en mis manos y, a la vez, es tan mía esta culpa.
puedo decir que el café de las 8 debería ser el de las 7, que el mareo somnoliento no debería durar de 8 a 11 y por más cuidado, ando frágil, lo confieso, pero tan bajito, que si no me revienta; me revienta la garganta, la cabeza y aunque no se ve, el corazón. nos miramos unas dos veces luego de eso, de reventar y no sabía cuánto faltaba de mis ansias antes de volverme daga. que quizá nunca dejé de ser una, que quizá no estoy para ese tipo de apapacho extraño que nunca me cuadra, que es una ambivalencia y me flaquean las piernas de pensar en caminar hacia ti con la petición de misericordia.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión