Punto Rojo

Anoche tuve un sueño muy entraño que me dejo pensando antes que despuntara el día. En él, dos personas iban en un auto, sin poder determinar cuál de los dos personajes era. Un hombre al volante y una mujer ocupando el lado del acompañante. En el brazo de la mujer, un punto rojo que era sangre, brotaba como si una aguja recién la hubiese terminado de pinchar. El hombre sentado al volante podía distinguir la sangre desde aquel lugar. Se inclinó levemente de costado sobre su lado derecho y sin mediar palabra chupó aquel punto rojo, quedándole el sabor metálico en sus labios. La mujer, por un instante observo el gesto vampiresco de aquel hombre que le era ajeno, pero a su vez era ella misma, perdiendo de vista el horizonte, que, para mala suerte de ambos, una curva pronunciada los sorprendía sin darles el tiempo necesario para frenar. El hombre, desesperado al volante, disminuyo la velocidad, como queriendo evitar en un volantaso su destino. Ya era demasiado tarde fue imposible. Los cuatro ojos de espanto quedaron pegados al parabrisas, conteniendo el aire por un segundo en sus pulmones, sabiendo que la exhalación seguida sería la última en sus vidas. ¡Por un instante la sensación de flotar fue grandiosa, por un instante los pensamientos fueron múltiples! ¡La niñez, los amores, la pasión, un beso olvidado, sus madres, sus hijas, el amanecer y todo se unifico en una sola y triste expresión…_Hasta aquí llegamos! La imagen de cada uno quedo reflejada en su propia mirada como si se tratase de un espejo, la compasión que sentía cada uno por su propio ser y su destino compartido, le dieron forma a sus lágrimas, que rodaron por sus mejillas en plena conciencia de lo que en breve sucedería. sus cuerpos estallados entre las rocas, sus sesos desperdigados entre la flora tupida, sus huesos expuestos y quebrados, su sangre vertida. En el mismo instante en el que en el sueño ocurría la caída, mi cuerpo sufrió una doble sensación, por un lado, se estremeció, pude sentir en el pecho, la misma sensación cuando camino muy cerca de la baranda de algún balcón, en donde las personas son un punto y los edificios parecen juguetes en una maqueta, por el otro, fue lo que me permitió salir de aquel trance y darme cuenta que todo había sido una pesadilla.