Punta roma de plomo.

En tierra de los no amados, llevo prisa de que ella haga mi llamado, sigo insistiendo que algo me persigue, demuestra odio y llanto.

Llego el rumor de que me está buscando, me han contado que ha matado a unos cuantos, ninguno de ellos lo ha contado y yo sigo de pie intacto.

Los daños siguen acechando con la edad, los besos suyos fueron puñetazos y el tiempo terminado está. El ángel furioso en picada cae y el sonido de la campana escucho ya.

Inmaculado cree que soy pero manchado de amor ya estoy. Nunca ha observado cuanto he amado, le cuestiono el por qué ha bajado, riendo apunta a mi corazón amargo.

Le supliqué una buena tregua con ella, insistí y el primer impacto recibí. El lado izquierdo teñido de rojo, mi brazo conectado al corazón ya no lo noto.

Arranco mi latido lento, bradicardia le llama el angel blanco teñido de sangre y negro. Es un extraño sentir pero me dice que ya lo vivi.

Me cuestiona el por qué ocho años he esperado, resucito esperanzas en mujeres que pidieron mi mano, irónicamente todo al revés, el golpe en verdad me ha dañado.

A cambio le ofrecí alabar su existencia, que me dejara intentarlo aunque sea por la ciencia. Se me olvidó que lo divino no cree en ella, apuntó a la cabeza y pedí clemencia.

Añoraba que mi fin llegara, que al hundirme su caricia y grito me hiciera desear eutanasia. Pero el ángel adelantó los planes, el flecheo directo a cerebro me borro todas las frases.

He vuelto a la obscuridad, la experiencia es imborrable, la vida sin amante se vuelve entrañable. Al fin estoy muerto, el campo de olivo me espera para un descanso de desamor eterno.