Hay una joven, con ojos de luna,
rasgados misterios que guardan su cuna.
Su rostro, un mapa de dulces pecados,
pecas danzantes, por astros sembrados.
No entiende la vida, le falta sentido,
como un verso perdido en un libro olvidado.
Caminando entre risas, querida y radiante,
pero en su pecho, un vacío constante.
Su corazón, tan grande como un sol en el alba,
ilumina caminos, aunque no sepa el mapa.
Da amor sin medida, entrega su ser,
aunque en secreto no logra entender.
Piensa, en sus sueños, que no es de este suelo,
que viene de estrellas, de un lejano cielo.
De planetas de luz, de mundos sin pena,
donde las almas flotan, sin cadenas terrenas.
Y mientras la tierra le canta su canción,
ella escucha un eco, una extraña emoción.
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