No hay nada pensado más que el efecto, más que las vueltas de sobra. Todo lo otro nos queda por dentro, de resguardo entremedio de imprudencia y casualidad. En un bolsillo oculto en la campera, interno, casi parte del pecho. Con vergüenza cerca del alma, donde debería ir algun cuadernito y una pluma, o un paquete de cigarrillos o caramelos.
Para que brote rompiendo la tela cuando le plazca, y se me siente con pierna cruzada, delineado filoso, un apoyo en la rodilla y el libre es el que sostiene al texto. Entonces ni siquiera me mira y a poco sé si habla, o si seguimos dentro del recobeco agolpándonos en el viaje.
No sólo punto. Uno no alcanza :
Para qué analizar las cosas al justo momento en que pasan, si nos queda el suficiente tormento de pensarlas hasta el hartazgo cuando ya no están. Cuando se interpretan en las cosas más insólitas como si fuesen ellas, o no solo ellas, sino una forma para hacerse parte del mundo en algún que otro intento absurdo de no soltarnos.
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