Presa en la melancolía de mis días.
El mundo me ofrecia la vida,
pero yo no la recibi.
Imagine todos los escenarios
menos la paz.
Quise huir,
pero ¿qué era lo que dejaba?
Me destrui,
y luego me pregunte por qué estaba así.
Fui tras un consuelo perdido.
Pensaba que buscaba respuestas,
pero eras tú la pregunta y la certeza,
pues en la herida de tu voz hallé la eternidad desangrándose,
porque en el eco de tu silencio descubrí un abismo sin retorno.
Yo te busqué,
en tus deseos tristes de desaparecer,
allí donde no existe el lenguaje,
solo los ojos devorándose.
No quiero que mi vida entera
sea un acto de abandonar.
Por una vez quiero permanecer,
luchar por un lugar,
no ser un cuerpo que siempre se va.
Eternidad es una palabra.
Tú eres el temblor de esa palabra.
Pensar en ti
es habitar la fragilidad.
Te amo porque sabías dónde dolía,
y aun así tocabas,
no para herir,
sino para intentar curar.
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