Hay algo en tu risa
que hace que el mundo despierte,
como si cada carcajada tejiera puentes
entre las ruinas que dejé caer.
Es un amanecer inesperado,
el eco de un río que limpia todo a su paso,
una canción que nunca se olvida.
Estar contigo
es caminar sobre una playa infinita,
donde las olas murmuran secretos
que sólo nosotros entendemos.
Es como respirar aire recién nacido,
como si cada latido del universo
se sincronizara con el mío
cuando estás cerca.
No hay días grises contigo,
porque tu presencia es un verano eterno.
Incluso el silencio
se convierte en una hoguera cálida
donde las palabras descansan,
porque tus ojos
escriben todas las respuestas
que nunca supe encontrar.
Tu mano en la mía
es un ancla y un cometa:
me sostiene en tierra firme
y a la vez me eleva
a cielos que nunca imaginé.
Cada tormenta interna
se convierte en una brisa suave
cuando tus dedos rozan los míos.
Eres la brújula que siempre apunta
a un norte que no se pierde,
la luz que perfora cada sombra
cuando cierro los ojos
y me encuentro contigo.
Pero abro los ojos,
y no estás.
El mundo vuelve a ser ruinas,
las olas se retiran,
y todo el verano se convierte en invierno.
Me doy cuenta de que ya no sé
cómo construir felicidad,
ni siquiera en las palabras
que una vez me salvaron.
El que escribe para no desvanecerse.
SDG
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