...
El delito de obedecer.
"Toma a tu hijo único, el que tanto amas y ofrécelo en holocausto".
-Pues no, Dios, ni que seas uno o trino o todo el Olimpo lleno, porque tú lo mandes no mato yo a mi hijo.
Abraham debió dar esa respuesta y no hacer lo que hizo. Encima hace cargar al muchacho con una gavilla de leña cerro arriba.
El malo de la peli le dice al hombre atado a una silla: elige a cual de tus hijos he de matar para salvar la vida al otro.
-Tu eres el asesino, no yo. Mata por ti, yo no elegiré a ninguno.
No cabe otra respuesta.
El general ordena bombardear una ciudad llena de gente como los padres y los hermanos y los amigos del soldado que ha de hacerlo.
Deserción. Que sea el general quien suelte las bombas.
Los soldados no son meras armas, no son explosivos, no son máquinas, no son cuerpos sin mente ni alma. Si obedecen injustas órdenes son complices culpables de la injusticia.
Sé que es más fácil pensarlo desde casa que hacerlo desde la propia tesitura, pero hemos de tener alguna conciencia, alguna ética, alguna firmeza a la que aferrarnos.
¿Por qué has hecho eso? Preguntaba la madre de vez en cuando.
Porque lo hacían todos.
-¿Y si se tiran desde un puente?
La guerras son ese puente.
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