¿Qué te indigna?
Es una pregunta que me resuena últimamente, causado por los últimos sucesos: la represión, las guerras, la corrupción, el aumento de la pobreza, entre tantos temas, encausados por este gobierno libertario y cruel. Cómo, dependiendo el personaje de turno, alguna cuestión puede indignar en un momento, y hoy ya no. Entonces, ¿qué es lo que indigna?
Diferentes pensadores, como Gramsci y Marx, han abordado esta cuestión desde la perspectiva del poder: los dueños de los medios, quienes estructuran la educación y la cultura, son también los moldeadores del sentido común y, con ello, de la indignación.
Por lo tanto, podríamos preguntarnos:
¿La indignación es realmente una emoción espontánea o está condicionada ideológicamente?
¿Existen mecanismos de control que determinan qué nos indigna y qué no, dependiendo de quién cometa el acto?
¿Cuánta de nuestra indignación es auténtica y cuánta es inducida?
¿De qué forma los medios y las redes sociales refuerzan este fenómeno?
Y de ahí surge otra pregunta que me desvela: ¿cómo se desactiva la indignación selectiva?
Volviendo a Gramsci, para desarmarla habría que analizar su origen y a quién beneficia el relato, generando así una conciencia crítica. Pero esto no es sencillo, más en esta época de la inmediatez.
Las redes sociales y los medios nos empujan a reaccionar rápido, sin contexto ni reflexión. Nos invitan a opinar sobre cada suceso al instante, sin darnos el tiempo de procesarlo. Tal vez, entonces, detenerse, leer, debatir y dudar sea una forma de desarticular la indignación manipulada.
Finalmente, recuerdo unos videos de Eduardo Galeano, invitando a mirar el mundo de manera horizontal y solidaria. Y otro de Alejandro Dolina, hablando de la moral empática, con esta idea:
“No puede estar todo bien si alguien no está bien. No existe la felicidad hasta que todos sean un poco felices.”
Creo que ya estoy por dormirme. Pero antes, me queda esta certeza: para evitar caer en las trampas de la indignación selectiva, hay que reforzar lo colectivo, revalorizar la solidaridad, la ternura, y recuperar la memoria histórica. Porque lo que nos indigne, debería indignarnos a todos por igual.
Que descansen.
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