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prefiero verte *uert*

Mar 19, 2025

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prefiero verte *uert*
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prefiero verte muerta

Cuántas veces me tuviste que romper el corazón para que te desee la muerte como vía de escape.

No es sólo que quiera verte desaparecer de todas las calles, de todos los bares que solía pisar contigo; es que necesito un motivo contundente para entender tu ausencia, sin tener que imaginarte bebiendo, riendo, besando otra piel que no sea la mía.

Prefiero culpar a la muerte –tu muerte– antes que vivir en esta realidad que has elegido no quererme.

Prefiero plantar flores sobre tu tumba antes que cruzarte por ahí, con tus amigos de siempre, haciendo a un lado el recuerdo que aún está en mi alma.

Ojalá que, ahora donde ya no respiras, alguien entienda por fin mi llanto.

Que nadie cuestione mi obsesión ni me mire con lástima mientras recorro calles vacías, inventando pretextos para escupir tu nombre con amargura siempre que pueda.

No moriré primero, para no tener la certeza de que jamás cubrirías el costo de mi entierro, ni cargarías mi féretro, ni sabrías buscar las flores más hermosas para mi tumba.

Al menos verte muerta me garantiza esta ternura que se inmoviliza en el tiempo; la ilusión de ser el único que cargó con tu amor y tu cuerpo, el que escribe versos en un mar que ya no puedes contemplar.

Y si no te mueres, huye. Llévate tu risa, tu cerveza, tus ceniceros llenos de promesas que ya no me pertenecen.

Bebe hasta el cansancio, consume la noche, táchame de tus labios, pierde la voz y las fuerzas para nombrarme.

Pero no me obligues a verte viva, exhibiendo la solidez de un olvido que duele como la peor de las traiciones de una cicatriz que sangra.

Porque es preferible que la gente me consuele ante tu fotografía en un nicho –esa imagen perfecta del desencuentro hoy eterno–, a ser el loco que llora a quien aún respira.

Prefiero la lápida, la ceremonia solemne, a tenerte a la vuelta, invitando a otra persona a esos cafés que alguna vez compartimos y eran solamente nuestros.

Y que nadie más, nunca más, pronuncie tu nombre con la suavidad con que yo lo hacía, con el amor que nadie más te tendría.

Que la muerte se interponga como la barrera final, para que no tengas otra cama, ni otra mano, ni otra vida que no sea la que terminé contigo, porque no encontrarás nunca alguien te ame de veras.

Un ardid para justificar mi dolor, para librarme de la vergüenza de haberte amado sin ser correspondido.

Y culpo a Dios que nunca escuchó mis blasfemias ni mis ruegos.

Pero la idea de tu ausencia definitiva me resulta más comprensible que verte viva, siempre ajena, desarmando todos los sueños que algún día tejí a tu lado.

Si al final no ha de consumirse ese último aliento, que sólo te atrevas a mirar de lejos mi pena, sin tener que asomarte a mi vida y sin preguntarme por qué cada latido sigue repitiendo tu nombre.

Y si por casualidad caes rendida en uno de esos bares, ahogada en tus propios excesos, que sea mejor para mí que, en silencio, te fundas con las sombras… y no vuelvas a existir más en mi memoria.

Alejandro Terán

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