Ahora, algo más modesto.
Tercermundista de arrabal gentrificado.
El amor apenas me llega a fin de mes,
arrugado y con olor a desdén.
Ya no son esas batallas dulces que imaginaba,
donde un niño alado vestido de Tiziano
cerraba todos los negocios por mí.
Mis amigos dicen que estoy agrio, al borde del fascismo
pero yo sé que la única hidalguía es la de mayo y octubre,
el resto sólo Paparazzi.
La gran catatonia del beso y sus espumas parroquiales.
Esperanza debida en suelo de poco café.
¿Y los novios? Asesinando.
¡Socorro! Cruento llanto.
Morir también es un trabajo que no hay que dejar de lado.
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