Nada equivale a sentir.
Sentir es la única forma de transitar la vida.
No hay desperdicio mayor
que el de aquel que vive desconectado,
privado de la capacidad trascendental
de percibir.
Sentir es habitarse,
abrirse como un gajo a la angustia,
a la felicidad y a lo que no se comprende.
Aquel que no siente es pasajero de sí mismo y de su mundo.
Y quizá no pueda entender
cómo no sentirlo todo,
cuando toda mi vida he sido
residente de mí misma.
No hay desperdicio mayor
que el de aquel que vive desconectado.
Privado de la capacidad trascendental
de percibir.
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