Extraño sentirme parte de algo,
envolverme en el cálido abrazo
del afecto tierno que endulzaba mi cuerpo.
Extraño el sentirme querida en una
casa que no me pertenecía
pero era mi hogar.
Extraño la forma en que tu
rutina se amoldaba a la mía.
Ahora me quedé en ruinas,
mientras la casa en llamas
alumbra la oscura noche que
ahora se volvió mi compañera.
Hábito en el viento que te llevó lejos,
o quizás en aquel aire fresco con
el que escapaste.
Era conocido,
sabías su nombre y su apellido.
Ahora la ropa no abriga,
no es más que un pedazo de tela
carente del calor que albergabas.
Estoy abandonada bajo la nieve,
en un blanco sin sentimientos.
Todo lo que me rodea está tan
vacío como mi pecho.
Aquel hueco que no logro llenar
con nada solo sirve para alimentar
el agujero que dejaste con tu huida,
llevándote mi corazón a un lugar
desconocido.
Ahora no me queda nada.
Aún así, sigo acá, donde me dejaste por
si alguna vez se te cruza el pensamiento
de volver.
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