Tengo sueños ligeros, sueños bonitos, sueños frenéticos…
Pero la función no termina y ya, el tiempo se ríe de mí, se burla de mis esfuerzos por ser suficiente.
Me siento como un esqueleto aun mortal, intentando caminar con los restos de mi fe, con las piezas rotas que me dejaste cargar.
Te hablo en el cuerpo de un amor para que no te parezca un reclamo blasfemo: te pido presencia, no milagros. Cuando me duele el pecho, mi cabeza imagina ausencias definitivas —vos en un rincón que no responde— y me convierto en acusadora de mi propia fe. Quisiera mentirme, construir una versión que no tiemble al silencio, pero la mentira se me cae a pedazos. Prefiero decir la verdad aunque me deje al descubierto.
Le reprocho al cielo con la voz de una chica que no quiere perder la esperanza y la de una mujer que ya aprendió a no confiar demasiado: ¿me quisiste poco o me dejaste sola para probar cuánto puedo soportar? No pido explicaciones teológicas; pido una mano que no se suelte cuando me derrumbo. Pido que tu amor —si es que existe en la forma que lo imagino— se pare frente a mi desorden y diga: “acá estoy”.
Perdón por pedirte tanto con la voz de una enamorada. Perdón por convertir mi fe en exigencia y mi amor en reclamo. Pero necesito que sepas que lo que te pido no es un favor caprichoso: es la urgencia de alguien que nació lastimada y quiere, con todas sus fuerzas, aprender a sanar. Quédate en la esquina de mi cama aunque sea en silencio. No hace falta que me prometas el cielo, solo que me sostengas con la certeza de que no me abandonás.
No me dejes sola en esta versión que quiero que muera para dar lugar a otra más leve.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión