¿por qué no me puede querer de la misma manera en la que yo lo quiero?,
¿por qué no viene corriendo hacia mis brazos cuando los extiendo?,
¿por qué puede pasar días y días sin pensarme ni un poquito y yo lo pienso en todo momento?,
¿por qué he de rogar que me quiera?,
¿por qué me he de conformar con tanta miseria?,
¿por qué no me he podido despojar de él y su terrible aroma, de su terrible maldad?
de su sonrisa fingida, de sus pálidas mejillas, de sus cortos brazos, de su delgado cuerpo, de su piel hirviendo sobre la mía...
[...]
si pronuncias mí nombre voy corriendo hacia ti,
¿por qué he de perder mi poco tiempo escribiéndote y pensandote?,
¡este sentimiento me tiene cansada!, ¡me consume al medio día!
¡me mantiene tan agotada de intentar hacer que me quieras!,
me tambaleo entre el olvido y tu recuerdo.
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