Llevo
cuarenta minutos despierta
pero el sueño aún me pica en la lengua:
"¿qué me dirías, si fueras concreta?"
Yo siempre fui tan correcta,
pero vos bailás como si nadie te viera,
y me hacés pensar que, en realidad,
yo también me desato cuando quiero
o incluso sin saberlo:
digo verdades, no les pongo ni soda ni hielo,
y aún así la gente me da premios,
y aún así me quedo, me quedo, me quedo,
y te escucho reír mientras pienso
"igual, a quién le importa lo correcto".
Pero es tarde:
abro los ojos, ya te fuiste,
se fue nuestro momento.
Y anoto que la lengua
me pica, me pica por dentro.
Debe ser porque la muerdo.
Pero con mis amigos es otro,
es otro el cuento:
"decime el nombre
de alguien que te guste
y te la presento".
¿Por qué te privarías?
¿Qué es lo que estás reprimiendo?
Entonces me acerco.
Perdón si aún no entiendo
cómo funciona esto.
Olvidate, lo retiro:
debí mirarte a los ojos,
morderme los labios,
soltar un suspiro.
Tirarte un piropo,
bañarte en cumplidos.
Siempre soy tan directa,
pero con vos no lo consigo.
Di vueltas, di vueltas,
hasta que terminé bailando sobre la mesa,
hasta que terminaste durmiendo y no conmigo
y desperté con la lengua en pimienta,
sola, soltera y cagada de frío.
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