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Poeta Ladrón en los semáforos

Jul 3, 2024

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Poeta Ladrón en los semáforos
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Alguien había desvalijado una casa. Dejó una tarjeta de autoría; de «ellos». Debieron ser "los ladrones ellos" una banda de saltimbanquis que causaron estragos tiempo atrás en los barrios altos, en aquellas grandes mansiones de concejales, diputados y narcotraficantes (de los más públicos en temple y muy poca monta, con los mero mero sería otra cosa.) Habían marcado una época con sus robos y despojos que solían compartir con la plebe de los barrios bajos. Cambiaban las joyas, autos deportivos, obras de arte, lingotes de oro no declarados por alimentos no perecederos y los repartían en actos populistas que les dieron mucha fama.

Exactamente igual que Robin Hood eran un símbolo de rebelión contra la autoridad de alguna forma, largos años transcurrieron en décadas hasta que el último fue ahorcado en la plaza pública, donde obviamente se produjeron disturbios cuando la turba intentó recuperar el cuerpo y las autoridades negaron todo tipo de veneración y pleitesía hacia lo que consideraban el sacrilegio último. Y es que el último golpe de esta banda de antaño fue el palacio presidencial y lo que se llevaron es objeto de relatos, mitos y leyendas. Varias generaciones fueron fácilmente influenciadas por estas enseñanzas de aventura y desenfreno y hoy en día la modernidad de la ciudad no les impide de imitar el ejercicio de esa filosofía.

En el cruce principal de una ciudad transitoria entre el nexo del tráfico hacia la capital o las ciudades portuarias e interiores confluye en el camino asfaltado de ruta con nombres belicistas de figuras históricas reguladas por el cronómetro de un semáforo justiciero. Cuando los autos se detienen para dar paso al caudal de autos en otra dirección aprovechan los intrépidos vendedores para ofrecer sus diferentes productos bajo el sol, lluvia o frío congelado. Entre ellos existía un código de subordinación que los jerarquizaba en rangos confusos y entendibles solamente por ellos, en extraña cofradía de lealtad no profesada. Bajo señales de su propio lunfardo se señalaban los principales objetivos para sus ventas ejercidas con la fuerza de la persuasión y la constancia.

De entre todos ellos con sus figuras y formas variopintas destacaba el greñudo barboso de piel quemada por el sol, ropa raída y achicada, sentado bajo sus rayos en una sombra apartada leyendo un cuadernito, sin nada en sus pies.

Le llamaban «el pélida» porque así se los pidió él, si un entendido de la sociología o psicología social lo observaba en el hábitat de su comportamiento fácilmente determinaría en su estudio preliminar que el pélida ejercía la figura metafórica que le daba el nombre. Sus propios mirmidones eran los chicos desventurados que reclutó en su mismo medio, la calle y la tropa lucraba con el tropel de oportunidades que esa arteria tan vital les ofrecía.

La noche anterior cuando contaban todos juntos cuentos alrededor de la fogata antes de dormir habían leído en un diario de hace tres días que el miércoles siguiente por esa misma rúa pasaría una comitiva de bienvenida a una misión diplomática extranjera y figuraron una táctica para acercarse y vender o despojar.

Opciones nobles y consideradas normales y rutinarias por la juventud en sus condiciones, El pélida influyó el valor en sus camaradas recitando antiguas palabras de un mercenario de Paros, que era una isla griega en el mar Egeo, dibujó en la arena el globo y señaló las partes vitales de la ubicación geográfica para la inmersión de sus coetáneos que difícilmente hubieran aventurándose más allá de la capital y sus alrededores. Les explicó que el valor muchas veces es fútil y que era más digna la supervivencia, la cobardía es sensatez en determinadas situaciones, murmuró alguien allá en el fondo despertando la algarabía de voces discutiendo esas aproximaciones mayéuticas. Feliz de haber logrado disparar ideas el pélida se alejó del fuego y fue a fumar apartado con dos de sus lugartenientes; Nico y orejas.

A ambos les explicó el plan que tenía en mente, sus respectivos roles y las funciones de los jóvenes bajo su mando. Una sola cosa les pidió; «no den la vida por mí» no vale la pena. Efusivamente el Orejas y Nico demostraron el caudillismo que es tan característico en estos lares y profesaron loas de fidelidad que preocuparon a su líder y amargaron su voluntad, pero la suerte ya está hechada susurró y siguió caminando hasta difuminarse con el horizonte en la distancia.

Conforme iba llegando la hora estimada este nuevo día de sol otoñal y mientras leía el cuadernito del «aullido de los cisnes» que había intercambiado por dos cigarros artesanales de porro con un funcionario del móvil de correos, intercalaba al observar el camino y los aullidos del autor. Mientras sus tropas simulaban ejercer el negocio de la oferta súbita, él supervisaba sin que nadie lo note la ejecución del plan alterno, el posicionamiento de personas vitales en lugares estratégicos y el acompañamiento de la fortuna y la suerte en la repentina sucesión de sucesos. Hasta que empezaron a aparecer las motocicletas de la policía de tránsito despejando el tráfico cual moisés abriendo las aguas, luego la caravana de patrulleras y finalmente las cuatro limusinas polarizadas en el misterio de sus pasajeros. Llegó el momento de actuar y antes de que puedan pasar su lugar cae un niño simulando estar herido en el camino, raudamente se detienen amontonándose y casi chocándose entre ellos. Rápidamente los oficiales vienen a corroborar que todo esté bien y la seguridad de los dignatarios, pero nadie se dio cuenta de que alguien abordó el cuarto auto mientras el tumulto se desplazaba en el frente.

Al día siguiente el embajador de Ecuador denunció haber sido víctima de una venta y un robo. Le habían vendido «a la fuerza» (en sus palabras) unas figuritas orejudas talladas en madera que decían «nikolás» y que le habían despojado de su anillo de compromiso (bañado en oro) y de sus lujosos zapatos con medias de seda.

Alguien recita ahora a Píndaro vestido con mocasines marrones y medias rojas ofreciendo un gran banquete para todos los huérfanos de la zona.

Soldado Desnudo

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