¿Poeta, Dios?

¿Poeta, Dios...poeta?

Es que hubiera sido más fácil

haber sido cantante, profeta, líder o consejera... Ponele

Pero poeta, Dios…

poeta es ser una tumba abierta,

un libro con sus hojas extendidas deseando ser leídas.

Es tener siempre una palabra en la boca,

pero temer que el sentimiento escondido debajo de ella

sea demasiado intenso para este planeta.

Poeta…

poeta es tener el pecho abierto

y un camino directo hacia mi corazón,

donde aún escondo cristales rotos

de aquellos amores que el mundo me ofreció.

Ser poeta, Dios,

libremente poeta e intencionalmente poeta,

es comprender aquella desesperación

de la tartamudez de Moisés

en medio del fuego ensordecedor de Jeremías.

Tú lo conoces y sabes todo.

Pero aquellos que no,

tendrán acceso directo a mi corazón.

Y es que el poeta hace eso:

vive y permanece gritando

incluso en el más somnoliento silencio.

No puedo callar.

Suben sobre mis extremidades,

como un escalofrío o un fuego encendedor,

las mil y una formas

en que, con las palabras que Tú nos regalaste,

me elegiste para hacer de mi desamparo y melancolía

la mejor poesía,

y de mi angustia y desgracia,

mi testimonio.

Por eso mismo, con desespero y pasión,

te agradezco, Dios, por haberme hecho un cristal:

bello, transparente, pero sutilmente peligroso.

Gracias, porque mi traslucidez permitirá a otros verte.

Gracias, porque la libertad con la que mi cuerpo mismo implora

que la poesía salga de mí como un suspiro,

es —como la ideal— la mejor expresión de libertad.

Gracias por elegirme,

porque en la poesía diseñaste y pensaste

la forma exacta en que yo podría adorarte.

Sí, poeta, Dios…

poeta.