La poesía toma el humo de mis manos
y lo convierte en arte.
Calla la súplica de aquel fragmento
que me repetía mil veces que no era nada.
Y le da nombre a todo lo que me aqueja.
La poesía no era más que la salvación
del mundo, de otros, de la muerte.
Como yo, que quise morir
y encontré vida en cada letra,
sentido en cada poema.
Y al acabar, lágrimas.
Inmortalizada mi vida en fragmentos
de un yo que se encontró en un espacio vacío
y lo llenó con todo lo que creía que no valía.
Quizás no tenía que rebuscar en mis rincones;
todo estaba en la superficie.
Todo se compone.
Y aunque diga adiós,
mi presencia siempre quedará en mis escritos.
Porque mi casa, donde respiro nostalgia,
donde me desnudo y soy ternura,
donde odio tanto como quiero,
donde solo soy verdad y miedo,
está en la poesía.
Te dejo todo.
Y cuando quieras escuchar mi voz,
léeme.
Y cuando tengas algo que decirme,
escribe.
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