¿Podrá el arte redimirme antes de morir?
Oct 28, 2025

Si depende tu carrera del terror, irremediablemente, luego de cada reconocimiento y en las vísperas de una entrevista, surge en el interlocutor, a modo de intromisión, la siguiente pregunta:
¿Qué escritores de terror has leído que te han inspirado?
A mí no me inspira nadie, diría, en realidad. Ninguna sombra neblinosa ajena me ha cortado como un cúter; ninguna perversión monstruosa de carácter mortuorio tuvo en gran semejanza afinidad con mis más llanos temores, siendo estos más bien intelectualizados y encasillados en mi esfera mental, porque se sabe que así se aprende a sobrevivir.
Entonces, si ha llegado a mis cimientos tal lectura, pues por algo he llegado a racionalizarlas, diría la retórica. Pero yo, desde mi ensañamiento, propongo quizá algo más corrosivo: almaceno aquella información, perfiles psicológicos, atrocidades mortuorias o el filo de los traumas para entender el mío. Por tanto, en última instancia, nada me ha inspirado más que el propio horror que ha corrompido estructuralmente mi psique.
Escribo, en consecuencia, más poesía que cualquier escrito detallado. Están fragmentadas todas las ideas, por supuesto, y cuando me detengo luego del frenesí de descargar tales sentires, doy con el hallazgo de que estoy encriptada, amordazada por un silencio que se traduce en una metáfora; estoy cincelada en una estructura hemética autoimpuesta.
Así, plenamente, ha sido la maniobra que empleo en mi vida. Quizá dos personas que se encuentren, consecuentemente, no reconocerán a la misma persona en mí. Ciertamente, yo tampoco me conozco. Pero sé por qué escribo, aunque mi mayor punto ciego es fenecer en darle un sentido de claridad a todo lo que irrumpe en mi corazón.
Respondería, con todo el atrevimiento, aquella pregunta sugiriendo que odio desplegar mi imaginario en el terror, pero encuentro curioso el hecho de que muero si no lo nombro.
Me aterra el concepto porque aborrezco el significado último de la oscuridad. Mi infancia lo detesta.
Aún soy jovial y porto la suficiente memoria que puede redireccionarme a mis cuatro o cinco años. En esencia, todo el terror que veía era un animal. A veces lo observaba con letargo: estaba en la esquina de mi cama; se asomaba, intrépida, su estela en mis sueños, y viva fallecía en su devoramiento. Era un lobo o una bestia para cualquiera que no habite mi inconsciente; era la representación de un abuso para la realidad misma.
Y quizá nunca podría despegarme de la literatura de terror, ni de mi rol como narradora. Aquello define, de manera más cruda, quién soy.
Por ende, ¿intento devorar con mis ojos aquella información que me fue negada?
¿Soy yo ahora una perpetradora de la sombra humana?
¿Quiero entender el mundo de las sombras para redimirme o para comprender la mente de mi acechante?
Ahora mismo, cada fragmento de aquella niña se sublima en incontables obras que se elevan hacia el mundo. Pero, ¿cuál es el límite entre una víctima y un victimario?
¿Podrá redimirme el arte? ¿O habrá llegado, en todo caso, demasiado tarde en vida?

Milagros Gomez
Desarrollo un sub-género llamado Terror Poético, que combina la poesía gótica y el terror psicológico, con el existencialismo y la metafísica.
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