El amor que me llega es tranquilo.
¿Es normal o intensidad?
¿El amor es normal en la vida real?
¿Los sueños se cumplen?
¿La fantasía existe entre nosotros?
¿Cómo debería actuar ante la realidad de mis sueños?
¿Cómo debería actuar ante la escucha de mis plegarias?
Como una cachetada, como un golpe de realidad. Un sentimiento familiar, un crecimiento. Una transformación.
Una escucha, una caricia, una compresión, un acompañamiento. Un sentimiento que me desborda el pecho y me nutre el alma.
No me late, me explota el corazón. Si lo tengo cerca o en lejanía, es lo mismo si con su existencia me basta.
Y si me acompaña hacia el final o se queda en el camino, tener el placer de visualizar mis sueños hechos persona no podría darle lugar a la decepción.
El amor no solo me muestra que no estoy sola, sino que puedo estar conmigo misma en un diferente cuerpo. Que hablamos el mismo lenguaje, que cargamos las mismas mochilas. Que miramos hacia el mismo horizonte, que soñamos lo mismo.
Dos cuerpos en una misma epifanía. En un mismo conflicto, es una misma confusión.
Mis palabras no son solo escuchadas, son visualizadas. Son valiosas, no se rechazan. Tienen impacto, tienen peso. Tienen sentido.
Mi persona no solo es deseada, es amada. Es abrazada, besada. Respetada, cuidada. Es admirada.
Mi ausencia causa extrañeza, y no es mi extrañeza la que causa incomodidad, es mi ausencia.
Mi presencia derrite un volcán que no me quema sino que me abraza.
Mi amor no solo quita escudos, sino que derrumba paredes macizas llenas de desilusión.
Ser capaz de ser yo, y que Yo sea completamente bienvenida, eso solo formaba parte de un deseo silencioso.
De todos, él logró escucharme. Como si me espiara, como si tomara apuntes, como si pudiese entenderme aunque no me explique.
Él baila en mi vida sin música, él escribe en mis hojas en blanco, él hace florecer todas las flores en mi jardín.
Me escucha aunque no hable, me lee como si fuera su libro favorito, me besa como si su vida dependiera de eso.
Me abraza con tanta fuerza que hasta puedo hablar con su corazón.
Sus ojos mantienen la conexión divina entre lo hermoso e inalcanzable. La curva exacta entre lo bello y delicado. El camino perfecto a la perdición.
Su pelo tan precioso que solo quiero desarmarlo como él desarma todas las piezas de mi rompecabezas.
Su cuerpo que me enreda y yo no paro de agradecerle al Santo que me envió semejante degustación de la cual no pienso llenarme.
Sus caricias tan suaves que me rozan como si fuese el pétalo de la flor más delicada.
Lo que él no sabe es que toca en mí cada tecla correcta para formar una perfecta melodía.
Sin ni siquiera avisarme o pedirme permiso, se hizo un lugar en mi corazón. Y yo que lo esperé tanto, lo ayudo a mudarse.
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