Por mucho que se llene la pizarra,
cuando se termina el espacio hay que borrar todo.
Así, se van amigos,
romances,
oportunidades,
sueños,
palabras.
Lo mas doloroso de la soledad es rechazarla,
fingir vínculos que te vacían más de lo que te llenan,
y que si te brindan agua, es a gotas
como cuando se rompe el grifo.
Te encontras en medio de personas que no saben tu nombre
—aunque sí lo saben—
y que recuerdan tu cumpleaños solo en el día de tu cumpleaños.
A veces parece un encierro,
un castigo,
como caer en un naufragio con varios pasajeros y
sentir que caíste en una isla distinta.
Y sin importar la hora,
cuando ves la pizarra te encontras;
en el resto de una división,
en el libro que nadie quiere leer,
en el experimento fallido.
Pensando se van los minutos,
y sobrepensando, se pasan las horas.
Al final del día,
hay que borrar la pizarra que nunca pude llenar genuinamente,
para conectar sentimientos verdaderos que no visten guardapolvo.
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