Pirómano de la Nostalgia

Quiero que pienses en esta escena:

Una casa, de dos pisos, bastante cómoda, algo que te podrías esperar de alguien clase media-alta. Patio delantero, trasero, pileta, garage, dos baños. Estilo clásico, nada demasiado moderno pero tampoco anticuado, se mantiene regiamente a través del tiempo y posee estilo, carácter. Con una simple falla: Está en llamas, las ventanas dejan escapar un fulgor amarillento del fuego. El olor en el ambiente es nauseabundo, insoportable, sentis como entra en ti únicamente para causar estragos. Insoportable calor, te hace casi lagrimear mientras, si te concentras mucho, podes escuchar el sonido de los muebles cediendo de dentro hacia afuera, como la pintura de las paredes se despega y todo aquello físico que podía llegar a significar algo sentimentalmente, algo más allá de su cualidad como objeto físico, desaparece.

Ese es el punto en el que me encuentro en la vida, y yo sé que el pasado es una ilusión, el presente un regalo y el futuro una fantasía pero lo siento natural. Es algo arraigado en mí el mirar hacia atrás y ver todo con brillo, con ese barniz perenne que tienen esos muebles viejos de madera, nostálgicos pero al mismo tiempo permanentes en el tiempo, cosas que sabes que van a estar incluso cuando vos no estés, cuando vos no seas. La casa de mi infancia, mi casa actual o supongo que cualquier lugar, momento o cosa que jamás me hizo feliz está destinado a lo mismo: Ser brutalmente destrozado por las llamas de mi nostalgia, que terminan por vejarlo, por transmutarlo a la fuerza en algo diferente, carente de sustancia pero lleno de emociones encontradas. Repleto de sentimientos con un origen incierto pero con un motivo claro, mortificarme para siempre en el momento ahora sin poder ver hacia el después debido a que todavía sigo en el antes. Supongo que soy eso, nada más que un pirómano de la nostalgia, o, en criollo, un boludo.