no me parece que seas una mala persona,
simplemente no tenías buenas intenciones para conmigo,
quizá hasta yo misma te obligué a odiarme,
quizá hasta yo misma te invité a mirarme de esa manera,
a tocarme de esa manera, tan brusca y tierna que me hacía temblar y tambalearme por las escaleras de tu departamento,
¡ay de mí!,
¿qué será de mi sin tu tacto?,
¿sin tu toque sobre mi piel?,
¿sin tu mirar sobre mis piernas desnudas?,
[...]
no te extraño exactamente a ti,
sino más bien a la vaga y fantasiosa idea que inventé de ti,
no extraño tus manos,
más extraño el recuerdo de tus manos tocándome, carcomiéndome de a poco la piel, dejando marca sobre mí desnudes, sobre mí historia, sobre mí ser (o al menos lo poco que queda de él)
[...]
yo sé que cuando me miras no lo haces de forma cariñosa, tierna, inocente, ¡dulce mirada de la juventud!,
¡lo haces queriendo sucumbir en mi cuerpo!,
¡lo haces queriendo, no queriendo amarme y hacerme de ti!
lo haces de una manera tan enferma que hasta yo misma me asqueo
[...]
¡pero a pesar de eso te quiero!,
¡y te quiero mucho!,
te miro y me estremezco,
mis latidos corren detrás de ti,
¡atrápalos cariño, atrápalos que se te escapan!,
de las manos se me escapan,
corren como chiquillos,
corren, juegan y andan todo el tiempo;
gritan tu nombre,
y decides ignorarlos,
no te quedes callado,
háblame, piénsame,
no me dejes en el vacío del olvido,
[...]
yo una niña,
tú un triste joven,
yo una ilusa,
tú heredero de este amor salvaje.
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