Piénsame

Toda la vida me costó soltar mi individualidad; siempre fui solo yo, una mitad incompleta. Pero al conocerte, supe que allí estuvo todo aquello que busqué antes, con el sacrificio de dejar de ser solo yo, convirtiéndome en pieza importante de un rompecabezas. Eras tú, mi otra mitad. La vida se vuelve agobiante cuando no estás, me destroza el silencio que hace mi cabeza, el ruido visual, con el eco de las últimas palabras, y estas nunca son buenas. Entonces, me pregunto, ¿qué duele más? El vacío de estar lejos o el bullicio de las discusiones. Antes habría dicho que es sencillo elegirte porque no quería estar más solo, pero hoy no lo sé: me duele que me dañes y me hace mal herirte, sobre todo me fastidia la idea de que las cosas no salgan como las tenía planeadas. Lo único de lo que estoy seguro es de mi amor por ti, ese es infinito y tan fuerte que nada lo destroza, y no pasará aunque estemos lejos, ni en un millón de años. Sé que podría haberte amado mejor, mucho mejor, pero nunca diría que pude amarte más de lo que lo hice. Cargo con un costal de culpas, lleno de palabras que debí de haber pronunciado, palabras más amables y acordes a lo que he sentido cuando más vulnerable he estado, y aunque hoy sé que de nada sirve torturarme con los hubiera, no dejo de preguntarme qué habría pasado si yo fuese diferente. Si te supiese amar como te mereces. Si yo no fuese yo. Corazón de colibrí, te tengo tan presente en mí, como un aroma que no abandona mis huesos, aunque quiera lavarte. Pero hoy acepto que te llevaré conmigo, en un relicario con tu foto, por el resto de la eternidad, sabiendo que nadie me pudo amar mejor. Solo espero que me pienses de vez en cuando, con lo bueno y lo malo, y que sepas que soy tuyo desde el día en que tus ojos se cruzaron con los míos.

Pero cuando pienso en vos, en el hiriente desvelo, me arrepiento del adiós y te escribo una canción para decirte «Te quiero».