Me gusta pensar que todavía hay amabilidad en tu piel, pero no quiero que me tome más de una década entera olvidarnos, si alguien más se está eterneciendo con tu sombra.
Crees que me estás haciendo un favor, encerrarme en una cárcel de desamor con bolígrafos y la última mirada que me diste antes de subir al tren.
Me hiciste participe de un rito; por ahora no creo que merezcas mi veneración, 'no estoy sorprendida' dijeron tantas veces que perdí el contador.
¿Estás orgullosa? ¿Cómo se llama? ¿También te da cosquillas su respiración en tu cuello? ¿Ya les contaste que encontraste oráculos conmigo arriba tuyo? ¿Qué intentaste limpiar cada una de las telarañas del teatro por mi? ¿Para ponerme en el escenario?
¿Ya las hiciste fantasear con besos y esposas?
Oh, escribo a través de mi rabia y quiero llenar el espacio vacío que dejaste, entre la cama y tus palabras, con torturas e insultos.
Más viejo que un libro, más moderno que el internet; vos y yo fuimos visionarias en nuestro propio pasado; pirata de los alrededores, una vida después del buen nombre.
No vas a temblar ante mis versos, mi dialecto ya no es tu obsesión;
según la leyenda la luna maldijo al mar al atardecer, le dijo 'no volverás a querer así' y luego anocheció.
Me gusta creer que todavía hay amabilidad en las tonalidades del rojo, por más que yo ya no vaya a ser la única que conoce tus himnos nacionales.
Al menos dame el privilegio de convertirme en un estilo de ropa al que extrañes.
Cuando me estés humillando en otros cuerpos y yo este buscando tu calidez en otras manos,
cuando otra aréola se encuentre con mi boca y yo piense: hubo una vez en que quisiste quedarte.
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