Me despierto y ahí estás, mirándome. Otro día más durmiendo con vos. Otro día en el que mis hombros cargan el peso de sostenerte.
Me retenés en la cama, me envolvés en un falso abrigo, me susurrás que me quede. Y yo, por momentos, quiero quedarme. Hacés que esa cama parezca un refugio, cuando en realidad es una trampa. Pero como puedo, me levanto. Aunque me peses, aunque me tires hacia abajo, me levanto.
Bajo. Me lavo la cara, los dientes. Pero no soy la misma. Ya no tengo ese ánimo que solía tener. Porque estás vos. Siempre vos. Con esos ojos oscuros que atraviesan mi alma, que me obligan a sentir lo que vos sentís, a hundirme donde vos habitás.
Tengo que comer. Tengo que ir a entrenar. Pero el apetito se esfumó: vos ya te lo comiste todo. A las 13:30 llega el mensaje que siempre espero. Pero ya no es igual. Porque vos, antes que yo, ya habías tocado el celular. Ya lo habías manchado con tu sombra.
Me esfuerzo por comer, pero cada bocado lo tomás primero. Lo arrancás de mis manos, de mi boca. Me tengo que cambiar, tengo que salir, pero los pies me pesan. Tengo que ir a hacer lo que amo, pero vos estás ahí, como un eco constante. Y de repente, ya no tengo ganas.
Ojalá te fueras. Ya no te extraño. Ya no te quiero. Aparecés sin permiso, cuando no te llamo, cuando no te necesito. Vivir con vos me pesa. Pero lo más triste… es que, a veces, ese peso, esa oscuridad me reconforta..
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión