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Perseguidos

Nov 14, 2024

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A Bertico y a mi nos cayó atrás un toro un día que fuimos a pescar a una poza que estaba cerca de nuestro barrio. En realidad fue un buey. Pero juro ante Dios que le quedaba algo de cojones. Se enojó porque mi amigo en un alarde de puntería le lanzó un trozo de hierro con un tirapiedras.

Le dio de pleno en el cuello. Con un blanco tan grande y tan cerca lo estrafalario hubiera sido errar el disparo. Pero no erró.   Y pasó lo que no esperábamos: la bestia se enojó y comenzó a perseguirnos.

Era nuestra creencia que los bueyes eran mansos Y aguantaba de todo sin dar respingos. O la teoría no era cierta o simplemente nos encontramos con la excepción.

No recuerdo en toda mi vida haber corrido con tanta fuerza. En un acto de desesperación, y para poner obstáculos por el medio, nos lanzamos a los diques de arroz que habían cerca. Nos hundimos hasta más arriba de la cintura. Dejé atrás un zapato. Tuve que prácticamente bucear en el lodo para poder encontrarlo, pero eso fue después.

Cuando nos detuvimos nos percatamos que hacía mucho tiempo, el extoro  nos había dejado de perseguir. Y después de encontrar el zapato perdido decidimos regresar a casa. Aquel breve pero intenso incidente arruinó nuestros planes de pesca. 

Qué cogieron? nos preguntó alguien cuando llegamos al barrio llenos de barro desde la cabeza hasta los pies y con los andaribeles de pesca en la mano.

Fango, contestamos al unísono.

Pero no le contamos a nadie lo que sucedió en realidad.

Odel Echevarria

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