Perdura, perdido

El artista nos cuenta un poco sobre su piezas como si estuviesemos recorriendo una galería de arte: su técnica de dibujo y color, los temas y los sujetos en sus ilustraciones. Dice favorecer los paisajes naturales y a los animales y se nota. También le gusta autorretrarse. Hay un animal en particular que aparece varias veces: un yaguareté. 

Vemos que el dibujo de uno entre los juncos, mirándonos, otro o bostezando o rugiendo, no estamos seguros. Hay otro tomando una siesta a orillas de un arroyo con un muchacho joven que le parece mucho al artista. Esto nos llama la atención y queremos preguntarle si es el mismo jaguar o son distintos, pero el olor a quemado y el calor nos obliga a salir de la carpa. 

Ahí afuera, las fuerzas policiales derriban las tiendas de los indígenas que fueron echados del asentamiento esa misma mañana. Nos quedamos viendo como la carpa enlodada del artista se vuelve humo y ceniza sin poder hacer nada. Los agentes policiales siguen con lo suyo, poniendo todo a punto para el nuevo comprador de la tierra.

El artista nos toma de la mano y nos hace volar por los aires. Aterrizamos en una ruta al momento del atardecer y nos quedamos mirando el hermoso paisaje que nos hace recordar al fuego que acababamos de presenciar. Él nos deja unos segundos para contemplar lo sublime y nos lleva hasta el costado del camino, donde el cuerpo de un animal esta siendo violentamente carcomido por alimañas y moscas. 

El horror del cuerpo mutilado y abandonado nos eriza el alma. El artista nos dice que ese es su mejor amigo, al que lo atropellaron hace unos días y nosotros lo reconocemos como el jaguar de sus obras ahora esfumadas.

• imagen: freepik (Subinpumsom)

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