¿Cuántos días han pasado desde aquel trágico día? Creo que son 60 o 61, pero eso ya no importa. Lo que sí importa es que, para mí, se han sentido como una eternidad, un infierno en vida. Mis noches son interminables, porque el insomnio consume mi mente y me arrebata los sueños. Y qué triste es saber que, solo en esos sueños, regresas a mí. Esta noche espero poder dormir; ansío verte una vez más, aunque sea en ese mundo onírico donde aún me amas, donde sigues esperándome y cumples la promesa de amarnos por toda la eternidad.
Pero, ¿cómo podría librarme, o librarte, de aquel juramento? Pactamos ante Dios que nos amaríamos por toda la vida, hasta que la última célula de nuestro ser muriera. Y aun así, después de la muerte, sé que seguiría amándote. Ese juramento, oh Dios, ese juramento... ¿cómo olvidarlo, si lo hice con el corazón en las manos? Me atormenta el pensamiento de que yo te sigo amando con la misma intensidad, mientras tú, poco a poco, pareces estar olvidándome.
Y aun así, ¿cómo podría volver a ti? Ya te alejé una vez cuando intentaste arreglar lo que un día destruiste. Te rechacé no por falta de amor, sino por miedo. Miedo a que volvieras a dejarme solo, rebosando amor por cada poro de mi piel. Miedo a que tus ojos, los mismos que alguna vez me miraron con ternura, se apartaran de mí para siempre. Miedo a que mis manos quedaran sin la sensación de tu piel suave y delicada. Miedo a amarte otra vez, como la primera vez.
Pero, ¿a quién intento engañar? Te sigo amando con la misma fuerza. Sin embargo, no puedo buscarte por una razón simple: eres feliz sin mí. Y yo, que solo deseo tu felicidad, no soy nadie para perturbar tu vida ahora. ¿Con qué cara podría pedirte que vuelvas? Quizás estés enojada, o peor aún, ofendida por mi cobardía. Tal vez incluso me odies por no haber luchado por ti cuando más lo necesitabas.
Oh, amada mía, no sé qué hacer. Pido consejo a los demás, pero nadie entiende el amor que siento por ti. No saben lo que fuimos. ¿Cómo podrían sugerirme que te olvide? No entienden que en tan pocos meses, sentí que viví una vida entera contigo. ¿Dónde quedarían las promesas de tener hijos y construir una casa juntos? ¿Cómo podría olvidar que tu color favorito es el amarillo, el color que te llenaba de alegría y vida?
Ellos no saben. Nunca sabrán lo que era besarte, acariciarte, estar junto a ti. No entenderán tus bromas, esas que no eran de mi estilo, pero que me hacían reír como nunca antes. ¿Cómo olvidar tu risa, siempre enmarcada por esos brackets que te hacían única y aún más hermosa?
Oh, amada mía, qué cobarde soy. Solo me atrevo a refugiarme en este escrito para pedirte perdón por mis errores, esos que solo desbordaban dolor en tus ojos. Espero que algún día entiendas que, aunque nadie me enseñó cómo amar, lo único que quise fue entregarte mi corazón por completo.
Te recuerdo en cada rincón que habitamos, en cada lugar que recorrimos juntos. Tu presencia se ha extendido incluso a la Luna, porque cada vez que la observo, te veo reflejada en su luz. Oh, amada mía, ¿cómo podría olvidar tu hermosura, tu ferviente belleza? Eres perfecta, incomparable. La más linda de la ciudad, del país, del mundo, de la galaxia, de la misma existencia.
Mi musa, mi diosa...
Perdón, mi amor. Perdóname.
.jpg-reduced-HFSTbC)
Claudio Zambrano
"Espacio de memorias y sentimientos dedicados a la mujer que perdí, donde el amor y la ausencia inspiran cada escrito."
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión