Detrás de cada llama derramada sobre mi mejilla brotan susurros de auxilio.
Auxilio que pide mi alma al ver que el motor de mi cuerpo se quema,
al intentar arrancar sin gasolina.
El sentimiento es bruto, no tiene palabras,
pero sí reacciones,
respuestas automáticas cuando estoy fuera de línea.
No pienso las palabras que mi mano escribe con fluidez.
Son palabras que solo funcionan en un texto que grita con su propia voz.
Detrás de cada palabra no dicha, hay un eco que golpea las paredes de mi pecho.
Mi alma, hambrienta de sentido,vaga por autopistas apagadas,donde los faros no iluminan,
y el volante gira solo.
Soy cuerpo sin mapa,sentimiento sin idioma.Y aún así, escribo.
Porque escribir es lo más cercano a respirar cuando todo lo demás se ha detenido.
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