Perder(te)se.

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Acaban de dormirse los niños y estoy acostada junto a ellos. Agarro el celular y entro a X. Veo una imagen que me dejó pensando (y mucho).

No tiene sentido aferrarse a alguien cuando ya te has perdido a vos mismo. ¿Me explico? Por ejemplo, ¿Qué sentido tiene aferrar a mis seres queridos a que se queden conmigo cuando ni siquiera yo soporto estarlo? Déjame explayar: últimamente mí vida no fue nada fácil; cosas como ansiedad, depresión y pánico han estado muy cerca mío (pero no dentro). Es jodido cuando tenés a alguien de tu círculo con depresión.

Mis hermanas decidieron que era mejor dejarme sola y ellas tomar distancia. ¿Tomaron la mejor decisión? En términos de hermandad, no; para ahorrarse dolores de cabeza, sí.

Siempre consideré nuestra hermandad como algo único e irrompible. Hasta que me vi en la peor situación de mí vida y estaba sola; sola con mí dos hijos (de dos años y el otro de un mes en ese entonces). ¡Mamita! El dolor que sentís cuando te das cuenta que estás sola... verdaderamente sola... no se lo deseo a nadie.

Hoy en día, puedo ver con más claridad y, a lo mejor, en algún momento les agradezca por enseñarme la fortaleza humana y de madre. Porque cuando nos quedamos solitos los tres, decidí que sería la última vez que nos pasaría eso. Ellos no se lo merecen.

Así que si, acá estoy, tratando de explicar este revoltijo de sentimientos que tengo ante está situación. Sentimientos de bronca, dolor, melancolía y apenas un poquito de tristeza, descansan en mí humilde razón de ser.

Con esto, no quiero echar penas ajenas a espaldas de nadie. Solo quiero decir en realidad:

Las entiendo. Las entiendo porque ni siquiera yo quería estar para mí.