Hay un libro de Leonard Cohen, publicado en 1966, que comparte título con esta historia. Años más tarde, entre 1981 y 1983, Luca Prodan grabó un conjunto de temas con el mismo nombre. Nunca leí el libro y solo escuché algunas canciones, pero lo que realmente me intriga es el título. ¿Por qué Leonard Cohen lo llamó así? ¿Por qué Luca Prodan hizo lo mismo? Y, ¿por qué yo también sigo esa corriente? Intentaré explicarlo de alguna manera.
Lo curioso es que también existe un poema de Eduardo Galeano llamado "Los Nadies" y me resulta bastante parecido el término que se usa en los casos mencionados anteriormente. Creo que me estoy tomando el atrevimiento de mezclar todo, y solamente por los títulos. Lo que sucede es que siempre me han llamado la atención. Desde la primera vez que los leí, me volaron la cabeza.
¿Por qué me gustan los títulos "Perdedores Hermosos" y "Los Nadies"? Bueno, debe ser porque no solo me gustan, sino que también me atraen ese tipo de personas. O al menos, aquellas que yo considero de esa manera. Trataré de dar ejemplos.
Me interesan las historias de aquellos que nunca ganan, los que siempre están cerca, los que nunca se sienten alguien, los que intentan y no pueden, los que quieren y no pueden, ni podrán.
Me gusta el sobrante de la sociedad, los borrachos del centro histórico, los que saben que están hechos para fracasar en cualquier ámbito de la vida. Son varios los que flotan por ahí. Los que se ocultan detrás de una sonrisa cuando por dentro se están quemando. Los que se quedan hasta tarde haciendo zapping en la TV porque no pueden dormir, o porque no quieren hacerlo. Me gusta mucho la gente que sabe que estamos solos, rodeados todo el tiempo de amigos, familiares, algunos idiotas y mucha gente que no nos importa, pero en el fondo, solos. Me gustan los que ven el futuro y siguen con su vida normal. Me gustan los que desayunan mates con masitas antes de ir a trabajar y se quedan mirando un punto fijo deseando volver a la cama, o al menos que llegue pronto el fin de semana. Me interesan los alcohólicos que sólo encuentran consuelo en una botella de ginebra, como Luca, tal vez.
Me gustan los tipos que sueñan con una vida mejor, agarrar un barco o un avión, incluso irse caminando y empezar de cero, pero que nunca lo realizan y sus sueños quedan estancados por ahí. Las personas que ponen el azúcar en un envase de savora vacío, los viejos de los pueblos que a eso de las seis de la tarde empiezan a salir a tomar mate cuando es verano. Me gustan los pueblos, pero no podría vivir en ellos, así que admiro a quienes lo hacen. Los que persiguen una estrella que nunca alcanzarán. Los solitarios alejados de la sociedad que caminan por las calles buscando algo que quién sabe qué es. Los que sueñan con un giro, pero su vida no cambia nunca.
Me gustan mucho las historias de amor que no salen bien. Las que no pueden ser. Las que arrancan y no funcionan y también las que ni siquiera se intentan. Me fascinan los corazones que aman en silencio durante años y hasta incluso para siempre. Los que se la juegan y sale mal. Las eternas almas enamoradas de lo imposible. Esas historias me fascinan porque ahí, si bien el amor no es compartido, es infinito e inconcluso, lo que hace que el sentimiento no se desgaste con la rutina como sí lo hace en los amores posibles. Aquí todo está intacto durante años, el amor siempre es el mismo, no cambia, no se cansa. Ese tipo de unión es para siempre, no hay nada que lo altere, ni siquiera el tiempo, mucho menos otros amores.
Me gustan las personas nostálgicas, las que escuchan música triste y las que son melancólicas. Las que miran hacia atrás porque saben que antes era mejor. Siempre creen que ayer fue mejor. El mañana no los atrae, no les preocupa mucho.
Me atrapan mucho las historias de las personas que se van temprano de este mundo. Tengo la teoría de que se marchan rápido porque este planeta les queda demasiado chico. No les parece sensual. No sé a dónde se irán, supongo que a un espacio mejor, cualquier lugar es mejor que esta bomba que en cualquier momento va a explotar. Si me aseguran que existe otro sitio más cálido, iría en este instante a preparar las valijas. Y me gustan los que se van de repente, los que no avisan pero también los que saben que se van a ir, porque estoy seguro de que hay almas que lo saben, de eso estoy convencido.
Me gustan las personas que no reciben el reconocimiento que merecen. Por ejemplo, en Argentina hay bandas que reciben aplausos porque tienen el reconocimiento comprado, o regalado, que es lo mismo, y eso es porque la pelotudez reina en este país. Mientras tanto, en sótanos donde nadie escucha, otras bandas tocan sin que nadie sepa que están ahí y son mucho más talentosas que las que salen en la radio. Supongo que antes no era tan así, me refiero a lo de que reinaba la pelotudez, pero en algún momento algo pasó, se quebró y ya no se reparó ni se reparará nunca más.
Me gustan los que ven el futuro y siguen con su vida normal. Me gustan los tipos blandos y sus falopas duras, los inconformistas, los rebeldes, los que quieren cambiar el mundo pero después se dan cuenta de que lo único que tienen que cambiar es su vida y en sus últimos intentos lo único que intentan por hacer es tratar de dejar el cigarrillo, pero saben que nunca lo dejarán.
Por supuesto, me gustan los que triunfan, pero también los que no lo hacen. De esos nadie conoce su historia y muchas veces es tan interesante como la de los que sí logran lo que se proponen.
Me gustan los que alquilan, los que nunca pueden cambiar el auto, los que prefieren el mar y una playa tranquila antes que el lujo. Qué sé yo. Los que quieren ser periodistas y trabajan en una inmobiliaria, los que quieren ser médicos y trabajan en un banco, los que quieren ser músicos y se ganan la vida siendo fleteros.
Me gustan los que no llegan, los que lo intentan, pero no tocan la luna. Por eso empatizo mucho más con James A. Lovell y no tanto con Neil Armstrong. Todo el planeta sabe que Neil fue el primer ser humano en pisar la luna, pero no muchos saben que James no lo logró, pero estuvo cerca, demasiado cerca. Él fue el comandante de la nave Apolo 13, la que no pudo aterrizar debido a una explosión en un tanque de oxígeno del módulo de servicio. De solo pensar en la frustración de tanto él como la de los otros dos pilotos, me genera una sensación difícil de explicar. Salir de la tierra con el sueño de poder tocar la luna y tener que volver a casa sin poder hacerlo me parece una de las injusticias más grandes que he escuchado. Fue un sueño y no se pudo dar simplemente por un error.
Sin irme tan lejos, me interesan los que no conocen el mar y se lo imaginan. Los que imaginan porque no pueden verlo con sus propios ojos. Los que no pueden besar los labios que desean. Los que tienen una adicción porque no pueden con todo el peso que llevan en sus espaldas. Los que cumplen los sueños de otros y no los suyos. Los que bancan la presión de sus padres, o incluso la de sus abuelos.
Me atraen las historias de quienes exploran varias carreras universitarias, que empiezan, dejan, y luego eligen otra, durante muchos años. Aquellos que no saben hacia dónde ir. Me gustan los perdedores que se quedan en los márgenes de la vida, los que han sido olvidados por el tiempo y las expectativas. Esos tipos que caminan por la ciudad con la mirada perdida, como si estuvieran buscando algo que se les escapó hace mucho. Me atraen las almas que llevan consigo el peso de las oportunidades perdidas.
Me parece muy interesante la vida de las bailarinas desconocidas, las que nunca recibirán un aplauso o una ovación, pero que siguen bailando en las sombras.
Pienso nuevamente en los que sufren insomnio y no duermen de noche, aquellos que pasan horas mirando la oscuridad de la habitación desafiándola con sus ojos bien abiertos. No solo a la oscuridad de la habitación, también a la de su alma. Esos cuerpos están ahí, reposados en la cama y sin poder dejar de pensar, mientras el mundo allá afuera está en silencio, porque otras personas sí pueden dormir sin problemas.
Me parece muy interesante la relación entre el fútbol y el hincha. La cancha suele ser para muchos un escape, un lugar de encuentro y festividad pero también de desahogo. Cuando una persona va a la cancha, no va solamente a alentar a su equipo, sino que también se va a descargar. Para mí, un domingo en una cancha de fútbol se trata en realidad de un intento para ganarle a la rutina de todos los días. Una persona en ese lugar putea, ríe, se abraza con desconocidos, llora, se desquita con el árbitro y con los jugadores rivales, pero no solo por el simple motivo que eso conlleva, también lo hace porque de esa manera trata de sacar sus propios fantasmas y dejarlos de una buena vez por todas, aunque sea ahi.
A veces pienso que la velocidad del trajín diario y la obsesión por hacer plata y ser alguien en esta sociedad no nos dejan ver las cosas simples y enigmáticas que nos rodean. Bueno, estas personas de las que yo intento escribir, y que no les interesa mucho ese estilo de vida, sí pueden darse cuenta de la belleza que tienen las calles. Por ejemplo, cuando uno va en auto no puede ver mucho lo que está a su lado; lo que intenta es no chocar porque se puede armar un quilombo importante. O los que van a mil en motos, que solo el viento pueden sentir… Por eso a mí me gustan los que esperan el colectivo, mientras piensan solamente en llegar a su casa. Los que caminan, porque al hacerlo descubren cosas que los que van en auto no pueden contemplar.
¿Por qué me atraen estas historias? No lo sé, aunque con mis últimas líneas trataré de darle un poco de sentido ya que me inquieta bastante.
¿Será porque hay días que me siento identificado con los astronautas de Apolo 13? ¿Será porque soy consciente de que nunca podré ver la luna que yo quiero? Tengo muy en claro que jamás estaré en el podio de los ganadores, de los que se llevan los elogios y aplausos de todos y todas. Eso es para los elegidos, los únicos, los genios. Yo no soy de esos, soy un tipo común y corriente, y me gusta. Soy un pibe nacido en el Barrio Bancario que va trazando objetivos cortos y a medida que los va cumpliendo, se va superando e imagina otros en el camino. Soy el propio creador de mi carrera, una que corro solamente por, para y contra mí. Pero no tengo intenciones de llegar tan lejos. No soy alguien que quiera hacerlo.
Soy plenamente consciente de que hay sueños que no se cumplen, no me creo el cuento de que con esfuerzo todo se logra, hay cosas que no se pueden y está bien que así sea, en caso contrario, todo sería muy fácil y aburrido.
También sé muy bien que jamás podré volver al pasado, pero aun así, siendo él un tiempo hermoso, confío y trato de ir creando un futuro mejor, aunque lo más importante para mí es olvidar el pasado poco a poco. No del todo, porque de esa manera repetiremos los errores. Tampoco pensar demasiado en el futuro, al fin y al cabo, lo que más importa y lo único que tenemos presente es el hoy. Vivir en el aquí y ahora. No hay más.
Tal vez, y ahora que lo pienso, no solo me gustan esas historias y esa clase de personas, seguramente y lo más probable de todo, es que sea uno de ellos. Porque sí, muchas veces, mientras camino por la calle, me siento un incomprendido, uno de los tantos “nadies”, un completo perdedor hermoso.
Niyén Pibuel
voy por la vida muy tranquilo y sin apuros porque para mí es excesivamente larga y cada tanto aburrida :)
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