Perdida entre mis fantasías, apareces tú, ladrón de mis sueños, envolviendo mis sentidos con esas dos risas que alguna vez creí eternas. En el césped, tan vivo, brillaban tus ojos y los de aquel niño que en mi mente seguía siendo nuestro hijo, mientras yo los miraba desde la ventana, aferrándome a un momento que ya no me pertenece.
Me quedo ahí, suspendida, ensoñada con lo que tal vez ya no es. El eco de aquella risa golpea algo dentro de mi, como queriéndome arrancar del pecho la verdad que niego: que quizá en un futuro ese eco siga existiendo, pero ya no el tuyo acompañándolo.
Vuelvo la mirada a la ventana y ya no hay nada, solo el vacío y la sombra de mis sueños. No están rotos, no han muerto, solo dejaron de ser “nuestros” para convertirse en ese pequeño instante que se quedó para siempre habitando en mí y no en nosotros.
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