Los finos y largos hilos castaños del cabello de Antonia se deslizaban en orden con cada pasada del cepillo, mientras la cálida luz del atardecer lo hacia irradiar un brillo.
Antonia observaba su rostro en el espejo. Cada parte de él, cada detalle, desde cada poro suave de su piel, hasta las ligeras lineas de expresión que en lugar de aumentarle la edad, hacian su rostro más divino y amigable. Sentía el alivio de que finalmente podía aceptarse por quién era tanto física como emocional.
Sin embargo, al acabar de cepillarse, voltea su mirada a la izquierda donde una cesta posaban unas cartas de distintos hombres hacia ella, con postales y adornos en forma de corazones.
A medida que la luz del sol bajaba, Antonia comenzó a experimentar un familiar sentimiento de vacío.
En su retocador habían algunos accesorios, donde destacaban unas cadenas de plata con algunos dijes brillantes, los tomó con su pálidos dedos temblorosos y comenzó a juguetear con ellas, mientras se perdía en sus propios pensamientos mirando hacia el piso.
Las cartas de la cesta iniciaron ha abrirse solas, y de ellas salieron las voces de cada uno de esos distintos hombres que las habian escrito. Las voces empezaron a pendonear en la habitación de Antonia mientras el color naranja que emanaba el atardecer se iba perdiendo y tornando en un azul oscuro.
“Eres hermosa”
“Eres demasiado linda”
“Qué bonita eres”
Antonia apretó las cadenas con una mano mientras la otra la dirigía hacía su muslo ráscandolo con fuerza.
“Ya te había mencionado anteriormente que eras linda. ¿Podría besarte la próxima vez que nos volvamos a ver?”
“Antonia, eres demasiado atractiva, más vale poder estar presente a ti que no estarlo, aunque no quieras mi amor, quiero ser, tu amigo.”
Antonia muerde sus labios con irá
“Cuando te vi en persona no pensé que me encontraría a una mujer tan hermosa, deberíamos salir prontamente.”
Antonia entierra una de sus uñas en el muslo y este sangra
“Tu belleza lo es absolutamente todo para sentirme completo"
De manera inapelable las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos Ámbar de Antonia.
"Ya te lo han de haber mencionado mil veces pero hoy quiero recordarte que tu escencia se define en una peonía"
Antonia en seco frena el movimiento ansioso del jugueteo con las cadenas llevandolas a romperse por el impacto, dejando en el piso varios pedazos, a su vez cayendo tambien un poco de la sangre que se derramaba de su muslo tras enterrarse sus propias uñas.
Era una situación muy confusa para ponerse a llorar.
Para otras mujeres o incluso personas, comentarios así alegrarían a cualquiera. Sus autoestimas estarían en las nubes, al final al cabo son halagos lindos, que cualquiera disfrutaría tener en su vida al menos en alguna ocasión.
Pero para Antonia no significaban más que palabras carentes de alma.
¿Era su belleza la única razón por la que se acercaban a ella?
Qué pregunta tan tonta. ¿Por que tendría que acomplejarse de que la llamen linda? Si toda su vida lo deseo porque nunca nadie se lo decía antes.
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