Pensando en esperar

A decir verdad, siempre he sido deshonesto. Mentí cuando me fui y mentí mucho más cuando regresé. Y quizás reconozco que siempre pensé más en mí que en ti, aunque nunca tuve esa intención. Quizás solo me aferraba a la idea de que todo podría ser felicidad, tranquilidad, vivir sin quejas, sin discusiones. Al menos eso pensaba, y eso me destrozó. Y te arrastré conmigo a eso. Pero para ti fue peor, porque al menos yo sabía la verdad de mis intenciones ridículas, pero tú no recibiste nada, simplemente nada.

Y ahora regresé queriendo pretender que quizás tú aún puedes necesitar algo de mí, yo, o quizás una explicación. Pero es absurdo, incluso aún más que sea yo el que se fue y que aún no puede soltarte. Pero es que no puedo dejar de pensarte, no puedo simplemente sacarte de mi mente como si fueras un simple dolor de cabeza. Eres más que eso en mí: una neurona, un vaso sanguíneo, mi cerebelo, o quizás incluso más que eso, que al yo arrancarte de mi vida, literalmente estaría por perderla.

O quizás esto no sea así. Quizás solo te pienso porque sí, te extraño porque sí, te quiero aún porque sí. Y así como sucede, así de fácil puede dejar de suceder. Quizás, solo quizás, deba pensarlo: el cómo más que el cuándo. Porque, para ser sincero esta vez, aún no quiero dejarte de pensar.

Y quizás este tiempo descubriéndolo también te dé el tiempo que necesitas para regresar y decirme que quieres también algo de mí. Y si eso sucede, lo mejor para este caso sería olvidarte de verdad, para poder conocerte nuevamente.