Las creencias populares nos atraviesan como seres humanos en cualquier aspecto de nuestras vidas. Si nos duele la cabeza, necesitamos alguien que nos cure el ojeo. Si nos duele la panza, el empacho con la cinta. Si nos duelen los huesos, es que va a llover. Santos, rituales, tradiciones. Y así puedo seguir. Necesitamos algo en qué creer.
Siempre me causó intriga una en especial relacionada a un tema en concreto: el embarazo.
No sé quien lo puso en práctica y tampoco entiendo por qué dura hasta el día de hoy. Estoy hablando del momento del hilo y la aguja que se mueven en péndulo. Y todo es mucho más intenso en este escenario: las reuniones familiares.
En cada cumpleaños, "día de...” o la fecha que sea, suele haber una mujer de mi familia que - desde que sabemos que alguna presente será madre - no se va hasta que no le traigan esos dos elementos claves y pueda hacer su magia. Como pueden imaginar, el clima de tensión gira en torno a ella descifrando los movimientos circulares o lineales. Hay personas que se forman durante años para realizar estudios y ecografías que revelen esto, pienso yo. Pero no se puede contra su palabra porque no solo chequea ante la embarazada misma, sino que también somos sus víctimas incluso las que ni tenemos planes todavía y las que ya son madres hace años. Y ese momento no puede faltar.
Como todo lo replicamos sin darnos cuenta, un día me encontré haciéndolo en una reunión que tenía como fin la revelación de los tres meses de gestación que cursaba mi amiga. Y la idea se presentó automáticamente.
Fui a buscar lo necesario para mi momento de señora. "Yo tenía una tía que hacía eso, confia en mí que aprendí desde chica". Eso dije. En realidad no lo dije, lo pensé. Solo chisté y cerré los ojos con cara de confianza.
"¿Segura?", preguntó ella. En realidad no lo preguntó, solo movió las cejas como interrogante.
Asentí con la cabeza mientras preparaba todo aunque me costó enhebrar. Creo que su desconfianza venía por ese lado. Pero eligió creer.
Si es nena, va a moverse de forma redondeada. Si es nene, se va a balancear.
Ante la mirada sorprendida de todas, la aguja marcaba un círculo perfecto. Era una nena. Ella lloró de emoción y muchas voces al unísono gritaron mientras yo me sentía una vidente. El único ida y vuelta lineal que había en esa escena sucedía en mis ojos viéndola y en mi cabeza, pensando lo genuino de la situación y cómo es que estaba haciendo eso si se supone que no creo en estas cosas.
Seis meses después, reafirmé el porqué. Descubrí que no tengo el poder de las sabias de mi familia: mi amiga es madre de un varón y a mi nunca más me dejaron un costurero cerca.

@biandivanni
Voy a recitales, eventos varios y tengo Spotify en funcionamiento 24/7 al igual que mi cerebro. Se supone que también soy periodista. Había que hacer algo con toda esa data.
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