Hablame de amor
pero dejá las palabras en la puerta.
Decime con el pulso, con las ruinas,
qué quedó de vos después del saqueo.
Yo nací en un sueño sin padre,
sin mapa,
sin nombre.
Caí como una gota sin cielo
en un terreno que arde
pero no quema.
El suelo me muerde el pecho.
Late, sí—
pero como un tambor de guerra
enterrado en la memoria.
Como un corazón ajeno
plantado donde hoy existe
una plaza.
Hablame de tus ideales
pero hacelo con la voz de los ausentes.
Con la saliva amarga del que entendió tarde
que el enemigo
había entrado por la puerta principal.
Nacer sin amor
es llegar al mundo con una deuda.
Y yo todavía pago
por el derecho a llorar
en mi idioma.
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